Tan obstinada como la publicidad que invade internet. La actualidad más cruda no se toma un respiro. Por desgracia. De nada sirve que los demás nos vayamos de vacaciones. La reparadora desconexión del verano hace creer por un instante que las noticias habrán mejorado algo. Pero no. Nada más volver a Roma, tengo la sensación de no haberme ido.
Se acaban los adjetivos y las frases para contar lo que pasa en el Mediterráneo y en el sur de Europa. Continúa la huída de miles de desesperados, continúan los rescates, sigue habiendo naufragios. Y muertos. Hombres, mujeres, niños…ahogados porque no saben nadar, porque en el viejo pesquero con el que soñaban alcanzar la vida, la perdieron. Víctimas de la necesidad por sobrevivir, por huir de la guerra, víctimas de las mafias que ven un filón en la desgracia ajena y de una Europa que parece no saber qué hacer ante una realidad que le desborda. La semana pasada, otros dos naufragios frente a Libia, unos doscientos muertos, otros 52 cadáveres encontrados en el bodega de otro barco rescatado. Demasiado pobres para ir en cubierta, maltratados y atrapados por los traficantes de personas. Como los que murieron también asfixiados dentro de un camión en Austria…como los que han muerto días, meses, años antes y seguirá pasando si el viejo continente no reacciona de verdad.
El drama de la migración/inmigración/refugiados (ni en eso nos ponemos de acuerdo) es portada casi todos los días en Italia. Después de Grecia, es la principal puerta de entrada a Europa para quienes buscan simplemente seguir vivos. En lo que va de año, 300.000 lo han hecho, casi cien mil más que en 2014. Italia se prepara para acoger a más. Calculan que de aquí al 30 de septiembre recibirán a al menos otras 20 mil personas y hablan de habilitar antiguas prisiones o cuarteles como nuevos centros de acogida ante la saturación de los existentes.
Hay otra actualidad que ultimamente llena titulares en este querido país transalpino. Tan vieja como la mafia y tan antigua como su capital. En este caso, la pareja que forman las dos juntas. Quienes viven en Roma desde hace tiempo, llevan quejándose de su deterioro y abandono general, desde la limpieza a los transportes públicos, agujeros y baches en aceras y calles, el caos extendido…y la falta de mantenimiento de su rico patrimonio. Algo evidente incluso para los que hemos llegado hace poco. Lo que era un rumor a voces, se hizo «oficial» cuando en diciembre se descubrió todo o parte del pastel: la llamada «mafia capital», autóctona de la ciudad (las otras ya estaban). Y empezamos a entender algo mejor qué le pasaba a la ciudad.
«Mafia capital» bautizada así por la investigación es una extensa y bien orquestada red criminal de mafiosos, políticos y empresarios que durante años se han repartido los contratos y el dinero público sin prejuicio alguno. Hasta el destinado a los centros de acogida. Decían que «con los inmigrantes se ganaba más dinero que con la droga». Sus tentáculos han llegado lejos y han podrido a otras administraciones. Tanto que el viernes, el gobierno, y tras su propia investigación, disolvió el ayuntamiento de Ostia, municipio romano a pocos kilómetros de la capital, debido a sus infiltraciones mafiosas.
Al de Roma y a su alcalde actual, Inazio Marino, les han dejado como hasta ahora…de aquella manera. La cosa es que el gobierno ha decidido ponerle un supervisor, una especie de tutor para que ayude al ayuntamiento a ponerse las pilas. Limpiar la basura de corrupción que pueda quedar dentro, espabilar y poner a punto la ciudad eterna ante su próximo reto. El año del Jubileo que empieza en diciembre y calculan que traerá a unos 30 millones de peregrinos.
Pocos dudan de la honradez y honestidad de Inazio Marino, por cierto, un reconocido y respetado cirujano de trasplantes metido inexplicablemente a político y actual alcalde de Roma. Lo de ponerle un supervisor viene de las críticas no por lo que ha hecho, sino por lo que ha dejado de hacer. Poner orden en una ciudad perforada por las mafias como un queso gruyere. Veremos si ahora que la antigua capital del imperio tiene dos «gestores»-algo que no sucedía desde antes de Augusto- las cosas empiezan a cambiar a mejor.
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