Los grandes estadistas deciden por su pueblo, los otros se escudan en su pueblo. Alexis Tsipras, líder de la izquierda radical griega de Syriza, ha optado por el abrigo de sus ciudadanos en uno de esos momentos que definen y marcan la línea que separa la mediocridad de la responsabilidad. El primer ministro griego está completamente legitimado por las urnas para plantar cara a Europa y decir no al plan de austeridad de la Unión Europea. Tiene el derecho al NO y la obligación de asumir las consecuencias de la respuesta. Amigo Tsipras, te votaron para asumir responsabilidades, no para delegarlas. El problema de la demagogia populista es el baño frío que llega después de toparse con la realidad. Jode no cumplir las falsas promesas, cierto, pero hay que aceptarlo cuando se debe. La postura del iluminado de Tsipras, -hay más paralelismos con el mesías de Artur Mas que con Pablo Iglesias-, conduce al suicidio del pueblo griego y aboca al desastre del resto de Europa.

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Tsipras se juega el órdago, que acabaría con su dimisión si lo pierde, con el rictus de los tahures que marcan sus cartas. Sabe que hay pocos pueblos europeos con tanto sentimiento nacionalista como el griego y cuenta con esa baza envenenada por el apoyo de los filonazis helenos que van de la mano con la izquierda radical. También sabe que del otro lado del charco saldrán premios Nobel de Economía que respaldarán el NO a Europa. Muy curioso y sospechoso que casi todas de esas mentes ilustres y maravillosas cuestiones la viabilidad del euro y la solvencia de la moneda única. ¿Acaso el gran beneficiado sea el dólar?
El domingo 5 de julio pasará lo que tenga que pasar en el referéndum pero  Tsipras habrá dejado como legado, quizás el único, el mayor ejercicio de irresponsabilidad política que se recuerda. Los griegos tienen la palabra. ¿Sí ó No? Quizás la cuna de la Democracia europea pueda salvar la Europa del siglo XXI.