Procesar la realidad. Asimilar que a pocos metros de casa ha pasado un auténtico horror. Y ni imaginarlo, ni sospecharlo, ni haberse dado cuenta de nada. Al contrario, creer que el vecino era hasta un tipo amable y normal. En el barrio de Cleveland no salen de su consternación y frustración. Saber que han vivido tan cerca del cautiverio y del sufrimiento de Amanda, Gina y Michelle y no haber podido impedirlo en estos diez años. Algunos se sienten culpables. ¿Cómo no haberlo sospechado en este tiempo? Diez interminables años de secuestro, violaciones y malos tratos. Muy difícil.
Difícil también para la familia del autor de tanto espanto. Una de las hijas de Ariel Castro contaba a CNN que las veces que estuvo visitando a su padre en su propia casa, tampoco notó nada. Recordaba que alguna vez pidió subir al piso de arriba a ver la que había sido su habitación y su padre le dijo que no le gustaría, que sólo había basura. Notó también, que tardaba mucho en abrir la puerta, siempre cerrada con llave, o que alguna vez le hizo entrar por la parte de atrás de la casa. Pero ni atisbo de lo que escondía, ni sospecha. Sin haber oído nunca algo que hiciera creer que había tres mujeres y una niña en la casa. Diez años así.
Difícil para la policía asumir su falta de acción y su impotencia. Al menos dos veces fueron a la casa ante la llamada de una vecina que creyó ver una mujer desnuda en el jardín de atrás de la casa. Los agentes fueron, llamaron a la puerta y como nadie abrió, se marcharon. No vieron o no les pareció que fuera como para forzar la puerta y comprobar si pasaba algo dentro. En una propiedad privada no se entra por la fuerza sin una autorización judicial o sin pistas suficientes que lo justifique. No les debió parecer el caso y lo dejaron.
En este país se lleva mucho que, en los barrios, los vecinos vigilen su propia comunidad. Si ven a alguien sospechoso merodeando por la calle o las casas, llaman a la policía. En muchas zonas hay carteles de «Warning. Neigborhood watch», algo así como «cuidado, que los vecinos te miran». Pero esto tampoco sirvió en el caso de Cleveland. Porque el sospechoso no era un extraño. Era uno de ellos. Formaba parte de la comunidad e incluso ayudó en las movilizaciones ciudadanas para encontrar a las chicas. Lo más extraño es que nadie oyera ni gritos, ni lloros de nadie, ni siquiera de la niña cuando era un bebé. Vivir tan cerca y en cierto modo tan lejos de una realidad tremenda.
Esta semana leía en el periódico que uno de los vecinos había visto varias veces a Ariel Castro ir al parque con una niña -la hija que tuvo de Amanda Berry-. Le llamó la atención y en algún momento estuvo tentado de preguntarle por la niña, pero no lo hizo por no inmiscuirse en la vida de los demás. Cuántas veces en estos diez años se habrán producido momentos así. Vecinos o conocidos tan cerca de «tirar del hilo» pero sin hacerlo porque nadie imagina la verdad.
Dos realidades paralelas de una misma persona. Difícil entender qué les pasa por la cabeza para llegar a ese punto de crueldad, durante tanto tiempo y a la vez, disimular, ser capaz de seguir con esa doble vida. La perversa y la del vecino sociable. Los especialistas terminan encontrando explicación a este perfil «humano». En el caso de Cleveland, parece que él mismo sufrió malos tratos de pequeño…luego hizo lo mismo con su mujer. Impresiona también cómo controló el cautiverio de las chicas durante tanto tiempo.
El descuido de dejarse la puerta abierta, a la que pudo asomarse Amanda Berry y pedir ayuda, podía haber sucedido antes o quizá mucho más tarde, o nunca. Cómo decía una de sus hijas, ¿cuánto tiempo más hubiera sido capaz de seguir con este horror?.
Miles de personas continúan desaparecidas en este país. Cuántas estarán pasando por una situación parecida a la de Amanda, Gina y Michelle. Su «final feliz» ha servido también para recordar y ser conscientes de lo que muchos sufren. Ante la petición de las familias de las jóvenes de Cleveland de respetar su privacidad, las cadenas de televisión estiran el caso haciendo programas sobre otros desaparecidos. Ojalá ayude a que vuelvan con los suyos.
Parece ser que estas chicas habían desaparecido en un radio de acción cercano al la casa en donde estaba retenidas. No se entiende la dejadez de la policía al no investigar la denuncia de la mujer desnuda en el jardín de la casa.
Parece ser que estas chicas habían desaparecido en un radio de acción cercano al la casa en donde estaba retenidas. No se entiende la dejadez de la policía al no investigar la denuncia de la mujer desnuda en el jardín de la casa.