Siempre me había resistido. Lo encontraba una «americanada» más. Pero cuando vives aquí, lo mejor es entregarse. Y claro, siendo madre de tres criaturas, como para negarse al «trick or treat» y a toda la parafernalia halloweeniana. Una fiesta que mueve mucho más que disfraces y  golosinas…

  

Es, sobre todo, un negocio con mayúsculas. Un ejemplo más de la capacidad de este inmenso país de convertir en dólares rentables cualquier celebración o fiesta. En 2010 los americanos se gastaron en Halloween casi 6 mil millones y este año se espera rozar los siete mil millones. Una tentación que también llega a la Casa Blanca.




Ya lo ha dicho alguien:»con la crisis, viene bien dejar de lado los problemas, evadirse durante un rato, disfrazar la
realidad». Otro añade: «por una noche eres quien quieres ser». Y yo pienso:»cuánto zombie hay». 
La noche de las almas en pena saca mucho partido a estas ganas de diversión y de escapar. Es la fiesta, después de Navidad, que más negocio mueve en Estados Unidos.



Desde más de un mes antes del 31 de octubre, el bombardeo comercial es incesante allí donde pones el pie dispuesta a tirar de tarjeta o billetes. Los reclamos del consumo naranja están por todas parte. En supermercados, centros comerciales y hasta tiendas creadas exclusivamente para la ocasión, con todo tipo de objetos, dulces y vestimenta que una pueda imaginar para dar miedo. Por no hablar de las pumpkin patch o venta de calabazas al por mayor. Hay que consumir.

Como para no darse por enterada. Así que sin querer, acabas comprando la calabaza de turno, unas telarañas, unas golosinas por si los niños llaman a tu puerta, unos fantasmitas más o menos simpáticos, y por qué no, un esqueleto, lápidas, luces, disfraces para todos incluida la  mascota. Y es que la noche de los muertos, los vivos la celebran también durante el día en los coles y en otras fiestas particulares. Muy importante ir ambientado, no vaya a ser que encima quedes de muermo y des miedo de verdad.

Total, que de media, el americano se gasta cerca de 70 dólares antes de que llegue la noche de la fiesta y a seguir sumando si encima la organiza uno en su casa o le da por ir de cena y copas…Lo que primero rasca el bolsillo son los disfraces, seguido de chucherías y decoración.

Para los que pueden permitirse más, hay «escapadas» a, por ejemplo, Salem, en el estado de Massachusetts, conocida como la ciudad de las brujas en el siglo XVII que vuelven en el XXI para hacer su agosto en pleno otoño.

He vivido algún Halloween 
en Madrid y sé que en España está cada vez más extendido pero nada que ver con la locura que es aquí. Las casas están decoradas por dentro y por fuera desde hace semanas. En la noche de Halloween muchas se convierten en «haunted houses» o casas del terror que para sí las quisiera más de un parque de atracciones o película de miedo. Un auténtico alucine.

Eso sí, acabas con los pies malos de tanto «trick or treat» y con kilos de golosinas que con el tiempo terminan en la basura por el bien de la salud dental de la familia.



Al gasto y diversión se le saca también su parte solidaria. El cole de mis hijos reparte a cada niño una cajita-hucha para que en vez de golosinas, recauden dinero para Unicef. Una gran idea la de acostumbrarles desde pequeños, a pensar en los que menos tienen, en medio de tanto exceso. Ya lo apuntaba Sole en El Recreo de este blog.

Happy Halloween!