Lo grave del polémico céntimo sanitario no es la sensación de sentirse estafado. Lo realmente humillante es la insultante impunidad en la que se mueven los resortes del poder para esquilmar el bolsillo de los ciudadanos. El Estado como paradigma de poder único que hace y deshace a su antojo sin importar si el movimiento se produce dentro o fuera de la Ley. Primero el Gobierno de Aznar, después el de Zapatero y por último el de Rajoy sabían que el cobro adicional por cada litro de gasolina con la excusa sanitaria era una vil estafa. Lo sabían porque se lo avisaron una y otra vez pero poco importaba. Era más sencillo el saqueo de la ciudadanía en otra nueva demostración de que al papá Estado cada vez le importan menos sus súbditos. Ocurre con el céntimo sanitario, con los impuestos directos, con los indirectos, los estatales y municipales y hasta con las multas de tráfico.
Cuesta encontrar un ciudadano comprensivo con esa gigantesca maquinaria de trampas en la que se han convertido los cientos de radares colocados a la caza y captura del conductor. Tanto como las multas, indignan la sarta de peregrinas justificaciones de los responsables de Tráfico empeñados en hacernos ver que los radares están para salvarnos la vida cuando su principal misión es estrictamente recaudatoria. La sentencia del Tribunal de Estrasbugo que anula el céntimo sanitario refuerza la sensación de impunidad con la que se mueven unos gobernantes instalados en el decretazo, la soberbia y el desprecio a quienes les eligen y les pagan. Algo va mal cuando un político se convierte en matón de traje y corbata para amedrentar a la ciudadanía.
La sentencia del céntimo sanitario abre la posibilidad remota de reclamar el dinero saqueado. Es lejana porque nadie o casi nadie guarda los justificantes de pago. Pero por si acaso, por si algún incauto cede a la tentación de pedir lo que es suyo, al poder siempre le quedará un Montoro. Tipos con chulería mediocre y casi chabacana que sacarán a pasear su grotesca amenaza para acogotar al más pintado. Si alguien sueña con reclamar lo que es suyo debe pensárselo dos veces antes de dar el paso. Entre otras cosas, porque agazapada, espera una inspección de Hacienda.
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