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La España ingobernable o difícilmente gobernable llama a la puerta. Asoma la noche electoral más abierta e incierta de la Democracia y los sondeos apuntan a un escenario de fragmentación que obligará a políticos y ciudadanos a hacer de la necesidad virtud. La palabra pacto cobrará sentido, más que nunca, después de una cita con las urnas que se antoja difícil de olvidar por el reguero de cadáveres políticos que va a dejar y la remesa de nuevas figuras estelares que alumbrará.
Pocos dudan de la victoria del Partido Popular en número de votos y menos aun quienes sospechan que será el resultado electoral más complicado de gestionar en décadas. La soledad del PP se retratará en Comunidades y Ayuntamientos donde necesitará algo más que contundentes argumentos para convencer a alguna formación política de que les permita gobernar por ser la lista más votada. Ciudadanos será la llave en algunos municipios y Podemos será clave en otros. Es curioso como el partido de gobierno que tantas veces fió su capital político a las encuestas que le sonreían, detesta ahora esa Demoscopia que augura una España partida en cuatro con PP y PSOE al borde del empate técnico y Podemos y Ciudadanos pisando los talones.

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Cuesta creer que la ceguera política del actual Gobierno llegue al punto de comparar la situación del Reino Unido con la de España. Moncloa se mira en el espejo del hombre que ha devastado a las empresas de sondeos en Gran Bretaña con el espectacular sprint final que ha dejado en aplastante mayoría absoluta lo que se presumía como histórica derrota. Parece meridianamente claro que el Gobierno de Mariano Rajoy solo ve aquello que quiere cuando sueña con repetir la hombrada de David Cameron.

 

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La ceguera política de Soraya Saénz de Santamaría al augurar un episodio similar de batacazo demoscópico en nuestro país es bastante preocupante. Ella debería saber -posiblemente lo sabe-, que inventa una realidad paralela cuando hace suyo lo ocurrido en las islas. Tan cierto es que España no es Grecia como que tampoco es el Reino Unido. Cameron ganó por mayoría absoluta fiando su campaña al mensaje de la recuperación económica y ahí se acaban las similitudes.

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Ni el problema del paro es el mismo, ni la galopante corrupción en la misma, ni el conflicto nacionalista se afronta de la misma manera. El único espejo que, de verdad, deberían tener en cuenta los políticos españoles, con el Gobierno a la cabeza, es el que refleja que no tan lejos de nuestro país cuando un político pierde, dimite. ¿Alguna idea para la noche del 24 de mayo?