Llevo 6 meses en Roma y no me acostumbro. Supongo que es pronto aún. Cuando me hablaron de la posibilidad de venir, tuve una especie de flechazo. ¡¡ROOOMA!! Rápidamente pasó por mi cabeza toda la gran belleza de esta ciudad, el reto profesional, el momento Francisco-Vaticano, la simpatía de los italianos, la comida… y volver a la antigua, antiquísima Europa, repleta de arte, historia y cultura. Y no me resistí.
Pero una cosa es disfrutar de Italia de vacaciones y otra vivir en su capital. Roma sigue siendo bella, bellísima. Conserva el encanto de la urbe que una vez fue imperio, con una riqueza artística interminable, a prueba de excavaciones y obras y sigue siendo… romántica. Más de 20 siglos la contemplan y eso deja mucha impronta. Me gusta además la moda, la cultura y la lengua italianas… No voy a descubrir ahora esta ciudad pero sí desahogarme de lo complicado que es empezar aquí. Del caos.
Roma vive de su pasado y de las apariencias. Huele a diesel, gasolina y tabaco. La gente fuma muchísimo. Viniendo de Estados Unidos, el choque es brutal. Se respira el humo de los cigarrillos desde la mañana a la noche. Fuman los policías que patrullan, los adolescentes antes y después del cole, los que esperan, los que pasan, mayores, jóvenes y muy mayores. Fuman dentro del coche y en la calle porque en oficinas, negocios y lugares públicos está prohibido desde antes incluso que en España. Y también fuman dentro, como el portero del edificio, los pintores que dan una mano a las paredes o la vecina que apura el cigarrillo hasta el ascensor.
La otra contaminación llega del tráfico. Hay que evitar el coche como sea. Conducir es para super aventajados en reflejos. Circulan como en una carrera de Fórmula 1 para enseguida tener que parar 50 metros más adelante en el semáforo… o no. Acosan al volante. He visto conductores saltarse un stop, aparcar encima de las aceras, adelantar en una vía de dos carriles con línea continua y hasta meterse por dirección prohibida. Subirse a un taxi es como una montaña rusa. Aceleran y frenan continuamente y sortean con más o menos acierto los innumerables baches del asfalto y a los que cruzan por donde no deben. Nunca hay que dudar como peatón. En los pasos de cebra, no suelen parar. Te esquivan.
Sigamos. Nada sale a la primera en el mundo de los trámites. Ponen a prueba la paciencia y el aguante. Alquilar o comprar un piso es una negociación interminable. Un amigo nos comentó que solo había pedido dos cosas a la agencia inmobiliaria que le buscaba piso: que tuviera terraza y garaje. La primera no hubo forma. Del garaje le dijeron que sí . Cuando iba a aparcar el coche en lo que creía su plaza, el portero le dijo que no, que era de la cuñada del dueño del piso. Y se quedó en la calle.
Otra. Nos quedamos un día sin gas. Llamé a la compañía. Uno muy simpático me dijo: «señora no se preocupe, en cuanto tenga un equipo libre, se lo mando». Al día siguiente, nada. Pregunté al portero y descubrimos que alguien había cortado la llave del gas y la abrimos. Ocho días después recibí una llamada. Los de la compañía. «Señora, ¿cómo está su avería? en unos minutos ya puedo enviarle un técnico». Todavía pienso que fue una broma.
A cambio, la gente en general es simpática, gentilísima, como les gusta tanto decir. Te desean una «buona giornata» y en general se fían. Eso sí, hay que llevar dinero al contado. En muchos sitios, no aceptan pagar con tarjetas. Y tantas otras cosas… Una cree que llega a un país más desarrollado y no dejo de preguntarme por qué Italia está en el G-8. Por el motor del norte, sí, lo sé. Parece tan lejano desde la capital…
Roma decadente y bella, acogedora y hostil, descuidada y mágica. Ciudad en la que todo es posible, como me dicen por un lado, y donde nunca pasa nada, compruebo por otro. Saben en general disfrutar de la vida y darle a cada problema una importancia relativa. Desdramatizan rápido. Gesticulan, hablan mucho y parece que todo es muy intenso. Después, nunca se acaba el mundo. Todo es interpretable y flexibe, menos la comida. Una pasta a la amatriciana tiene que ser lo que es, como unos espagueti carbonara no pueden llevar otra cosa que bacon y huevo. En eso no valen experimentos, pero sí en burlar la norma cuando les conviene. De mil maneras y hasta con gracia a veces. Continuamente y completamente a la suya. Picaresca pura.
Ciudad eterna…para todo, dijo alguien. Roma y los flechazos. «Al principio la odias -me comentó una colega- y cuando te marchas, la amas profundamente». Como los amores imposibles, pensé yo.
Yo me he ido y es ciertísimo, cuando te vas la amas aún más.