Apunten el año. 2015 consagrará el momento de mayor cambio sociológico y político de la tierna Democracia española. Pasarán muchas cosas en un baile que arrancará el 22 de marzo en Andalucía. Nunca antes unas elecciones autonómicas se habían convertido en un termómetro tan fiable para medir la temperatura del cambio.
Los andaluces marcarán el paso del nuevo mapa de la realidad española.
Allí se juega sus aspiraciones de futuro una Susana Díaz que afronta la cita electoral como una suerte de primarias en el PSOE. Si gana con solvencia, su siguiente parada la hará en Madrid para disputarle el cartel de candidato socialista a su compañero y sin embargo enemigo Pedro Sánchez. Si no gana, el batacazo la “condenará” a quedarse en su tierra y a buscar pactos a la desesperada.
El PSOE se verá obligado a destapar las cartas andaluzas que terminará jugando en el resto de España después de unas elecciones que medirán por primera vez, de forma seria, la fortaleza de Podemos. Amortizado el efecto sorpresa de los comicios europeos, el partido de Pablo Iglesias sabrá el 22 de marzo si de verdad puede soñar con ser un partido de Gobierno o si por el contrario el globo se desinfla. Andalucía puede confirmar que el fenómeno Podemos es menor del soñado por sus círculos y mucho mayor que el que esperan sus adversarios.
Después vendrán las autonómicas y municipales para constatar el final del bipartidismo con los batacazos del PP y en menor medida de PSOE y la irrupción de Ciudadanos como única alternativa de Gobierno posible a largo plazo. Tiempo habrá para comentar lo que pueda ocurrir en Catalunya el 27 de septiembre o en las generales de noviembre.
TIC-TAC, TIC-TAC
Tic-tac, tic-tac….El reloj que gana terreno no es el de la añorada cuenta atrás en la travesía de Podemos hasta llegar al poder. El tiempo que corre es el que dilapida el monumental capital sociológico acumulado en pocos meses por una bisoña formación política que se ha encaramado a los lugares más altos de la demoscopia. Cada minuto que pasa sin que los dirigentes de Podemos saquen los colores y exijan explicaciones a su número tres juega a favor de lo que ellos bautizaron como casta y en contra de su anhelado “sorpasso”.
Juan Carlos Monedero ,- el ahorrador profesor de Universidad capaz de acumular cerca de 700.000 euros en sus cuentas corrientes-, ha tenido la oportunidad de dar lustre a un proyecto político. Por coherencia, por inteligencia política y, sobre todo, por dignidad personal tendría que haber renunciado a su cargo para no lastrar las expectativas electorales de una formación que ha logrado ilusionar y entusiasmar a buena parte de la ciudadanía. El problema de Monedero no es el dinero en sus cuentas porque es evidente que nadie puede reprochar a un político ser rico y de izquierdas. En su contradicción ideológica va su penitencia. El problema de verdad es saber de dónde han salido esos 700.000 euros y por qué no se pagaron los impuestos pertinentes. Al no aclararlo, Monedero, Iglesias y compañía se han convertido en cómplices de la voladura controlada de un proyecto político tan necesario como incongruente en ocasiones.
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