La seguridad de este inmenso país. Razón suficiente, al parecer, para vigilar y seguir el rastro de las llamadas que hacemos o los mensajes que enviamos. » No se han escuchado las conversaciones de nadie» ha tranquilizado Obama, que por otra parte, justifica esta cibervigilancia por el bien de todos y de la lucha contra el terrorismo. Esto que se ha convertido en noticia de portada, no parece suscitar demasiadas suspicacias entre la gente, por el momento. El fin, parece que en este caso también, justifica los medios.
Ya lo ha dicho el presidente, no se puede tener 100% seguridad y 100% privacidad. La misma ecuación que «si quieres algo, te va a costar algo también». En este caso, la privacidad en las comunicaciones. Bien sea vía telefónica o bien online. Más vale prevenir. Y en este punto, en el de vivir en un mundo seguro a cambio de perder libertad, están de acuerdo demócratas y republicanos. Esa política- en virtud de la «Patriot Act»- la empezó Bush después del 11- S y la sigue Obama. El debate está mucho en los medios, no sé si tanto entre la opinión pública. ¿De verdad, el fin justifica tanto los medios, como para tener que conformarse y someterse a estos rastreos y sacrificar la libertad individual? Es una especie de «resignación-comprensión» de que «esto es lo que hay» si quereis vivir más tranquilos. Qué será lo siguiente, me pregunto.
Tranquilidad no es, precisamente, lo que deben tener miles de mujeres que intregran las tropas estadounidenses. Y no sólo porque teman ataques terroristas. El «enemigo» lo tienen entre los suyos. De la «epidemia» de abusos sexuales dentro del ejército se ha vuelto a hablar esta semana. El Congreso está debatiendo iniciativas para cambiar las leyes militares y que haya mayor control, denuncia y castigo. En 2012 hubo en las tropas americanas 26 mil casos, un 35% más que en 2010. Y son datos del Departamento de Defensa.
Una comisión del Senado ha sentado esta semana a veinte altos jefes militares y senadores para tratar este asunto. Y ha sido…un poco frustrante, hay que decir. Los militares lamentan esta realidad y la condenan con firmeza. Están dispuestos a cambiar ciertas cosas…pero no todas. Por ejemplo, hasta ahora son los comandantes de cada unidad los que tienen el poder legal para llevar estos casos, investigarlos y denunciarlos. El proyecto de ley contempla que esta responsabilidad pase a los fiscales. Pero los militares se oponen totalmente. Según ellos, eso menoscabaría su autoridad y su credibilidad, cuestionaría el sistema de justicia militar. Y no están dispuestos.
La comisión no tuvo desperdicio. Hablaron los militares. » No diría que no hemos hecho nada al respecto, pero hemos hecho menos de lo que tendríamos que haber hecho», reconoció el general Dempsey. Hablaron también senadores de un partido y de otro.. Y lo más interesante fue la voz de ellas. La demócrata Gillibrand fue implacable al denunciar que el sexismo y la ignorancia eran parte del problema. «No todos los comandantes quieren mujeres en sus filas, no todos saben distinguir entre un palmada en el trasero y una agresión sexual. Habéis perdido la confianza de hombres y mujeres que cuentan con vosotros».
«Esto no es sólo acerca de sexo; esto es también acerca de violencia y de sometimiento» remató otra senadora.
Las cifras no pueden ser más elocuentes: de esos 26 mil casos en 2012, apenas se denunciaron algo más de 3 mil. La mayoría no habla ni denuncia por medio a represalias o a que las releguen en sus unidades.
Como dijo el senador republicano McCain:»no recomendaría a una mujer que se alistase». No hace falta añadir mucho más. Espero que quien tenga que cambiar las cosas, tome verdadera nota.
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