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Llega la semana decisiva del mercadeo electoral. Cinco días de intercambio de cromos para la formación de Gobiernos en Comunidades y Ayuntamientos y primer asalto en la nueva España de la cultura de los pactos. El complejo mapa político español se irá aclarando a medida que se acerca la fecha de la constitución formal de los Consistorio. El sábado 13 tomarán posesión los nuevos alcaldes y sabremos cómo ha quedado el equilibrio de fuerzas entre las formaciones obligadas a cerrar acuerdos. No habrá sorpresas en el Ayuntamiento de Madrid donde gobernará “Ahora Madrid” y no debería haberlos en la Comunidad pese a que Ciudadanos se haga de rogar para dar su apoyo a Cristina Cifuentes. Parece tan improbable un Gobierno de izquierdas en la Comunidad de Madrid como uno del PP en la Comunidad Valenciana. Ada Colau será alcaldesa de Barcelona pese al mensajes del miedo de los empresarios catalanes y el socialista Óscar Puente recuperará la alcaldía de Valladolid veinte años después.

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Esta debería ser la semana del desbloqueo institucional en Andalucía donde la investidura de Susana Díaz tendrá el peaje de dejar gobernar al PP en los municipios importantes donde han sido la fuerza más votada. Navarra y Pamplona virarán al abertzalismo, Baleares tendrá un Gobierno de izquierdas y queda la incógnita de Aragón dando por descontado que el PSOE gobernará Extremadura y Castilla-La Mancha. Quince días después del 24-M cada vez parece más evidente que el gran beneficiado de la noche electoral fue un Partido Socialista que recupera presencia pese a la pérdida de votos. Volverán a hacer buena a frase de “el Gobierno desgasta pero mucho más la oposición”.

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Pedro Sánchez está en un tris de convertirse formalmente en el cabeza de cartel para las generales porque no se atisba en el horizonte competencia alguna en el proceso de primarias. Corren buenos tiempos para un líder socialista que apuntala su liderazgo bendecido por las encuestas que intuyen un recuperación de los dos grandes partidos, un estancamiento de Podemos y una sensible caída de Ciudadanos. El bipartidismo parece haber salvado el primer match ball pero todavía está lejos de ganar el partido. La confianza y el exceso de euforia precipitada serán sus peores enemigos.