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Ella ha superado la primera bola de partido. Él todavía no lo sabe pero inevitablemente tendrá que echar el resto para salvar su imagen y su legado. Ella se llama Rosa Díez y pasa por uno de los peores momentos en su carrera política. Él se llama Mariano Rajoy y quizás haya comenzado a transitar por un camino lleno de espinas. El que lleva del principio al final.
No debe ser fácil convivir con la amenaza de ser devorada por su propia criatura. Rosa Díez ha tenido que tirar de todo su orgullo, que no es poco, para no mudar la expresión y aparentar calma y normalidad mientras el partido que creó la sometía al veredicto de culpabilidad por la debacle electoral en Andalucía. Díez salvó la moción de censura de los críticos de UPyD con aparente solvencia ,- 82 frente a 38 votos-, pero ni debe, ni puede engañarse. Ella sabe que el mayoritario respaldo a su empecinamiento de no pactar con Ciudadanos sólo le permitirá ganar tiempo hasta el 24 de mayo. En política no hay milagros y UPyD y Rosa Díez saldrán de esa noche electoral con un certificado de defunción.

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El voto útil alejará de UPyD a todos aquellos votantes que hace siete años comenzaron a dar señales de hartazgo de los partidos tradicionales. Y es una lástima porque nadie podrá negar a Rosa Díez el mérito de poner los cimientos para finiquitar el bipartidismo. Lo que comenzó como un proyecto distinto, ilusionante y ambicioso, apunta un desastre cainita donde sobran puñaladas traperas y traidores.

CONSEJO POLÍTICO DE UPYD

En este vodevil no ayudan ni la personalidad soberbia de la lideresa ni el afán de protagonismo egocéntrico de otros actores principales que han confundido su papel. Toni Cantó tiene derecho a decir lo que piensa, incluso sin pensar lo que dice pero su postura parece más un intento de salvar su trasero y no la cara de su Partido. No debería olvidarse de que Roma nunca pagó a traidores.

EL PRINCIPIO DEL FIN

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No va ser un año fácil para el PP. Mariano Rajoy ha comenzado a probar la hiel de la derrota en un 2015 donde puede amontonar sinsabores. El desastre andaluz fue solo el preludio de los batacazos en las elecciones de mayo que a su vez serán la antesala de la debacle en Catalunya en septiembre. El año ha comenzado mal para el PP y terminará peor si no hay un cambio radical en la gestión y comunicación del Partido. Los mensajes de una formación que aspira a ganar las elecciones generales no pueden estar en manos de portavoces zafios y mediocres. Políticos de medio pelo que no convencen a sus votantes y que insultan a quienes no lo son. El presidente Rajoy debería ser consciente de la gravedad del problema porque esas caras y voces tienen una gran responsabilidad en la sensación de que, más allá de los candidatos, lo que está en cuestión es la marca electoral del PP. Lo que no hace mucho era garantía de tirón electoral, ahora es un pesado lastre que puede llevarse por delante a personajes históricos del Partido. Empezando por Aguirre, Barberá y Cospedal y terminando por el propio Rajoy. Tiempo al tiempo.