Me dice Spotify que este año he escuchado 24 mil minutos de música. Esto se traduce en 395 horas o 16 días. Nada menos que un 76% más que el año pasado. Y yo me pregunto… ¿tanto?

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Y pienso en mi loco 2015.

Y entonces lo entiendo todo. E imagino mi 2015 sin música. Y descubro por qué he escuchado un 76% más. Si la realidad no te gusta, pon música. No es que la realidad se vaya a transformar, eso seguirá siendo igual, pero cambiarás tú, algo hará click en tu cerebro y esa secuencia de repente pasará de video malo y cutre a videoclip de Michel Gondry.

“La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu” dijo Miguel de Cervantes. Y los trabajos que nacen de la cocina, añadiría yo. Prueba por ejemplo, cuando tengas que enfrentarte a la tediosa tarea de poner orden en una pila llena de cacharros por fregar. Buscas una buena lista de reproducción, te pones unos auriculares y dejas de escuchar incluso el agua que corre. Estás fregando, si, pero oiga, qué épico puede ser eso de darle al estropajo mientras Lou Reed intenta convencerte de lo perfecto que está siendo ese día.

“En verdad, si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco” dijo una vez Tchaikovski. Cierto, porque con banda sonora hasta un fundido a negro, hasta un final dramático, cobra otro sentido. Existe algún tipo de extraño placer en elegir la ambientación musical idónea para uno de esos momentos oscuros.

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“Sin música la vida sería un error” (Friedrich Nietzsche) O sería una vida mucho más aburrida. La música como terapia, casi magia. ¿Lo has experimentado? ¿Has probado a ponerte un temazo cuando cuando corres y crees que no queda un ápice de energía en tus piernas? ¿Has puesto en cola 5 o 6 canciones en el parking del trabajo para escucharla mientras conduces a casa y expulsar todos tus demonios después de un día de mierda?

“Si yo fuera un dictador, haría obligatorio para cada miembro de la población, entre las edades de 4 y 80, el escuchar a Mozart, durante al menos un cuarto de hora al día, durante los próximos 5 años”, dijo una vez el director de orquesta británico Sir Thomas Beecham. Porque la música activa casi todas las regiones del cerebro. Dicen los científicos que libera dopamina. Igual que las drogas, la comida o el sexo.

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Y la música empezó a activar nuestro cerebro antes de que viéramos la luz. Estoy segura de que la escuché en el vientre de mi madre, que puso voz después a las nanas que me ayudaron a dormir. Ambientaba mi primera borrachera, aportó banda sonora a mi primer amor y sonaba fuerte en mis auriculares cuando de adolescente intentaba no escuchar los consejos de nadie. Está ahí cuando descubres la magia del cine, que sería mucho menos mágico sin ella. Sonó el día en el que cometiste la genial locura de dejar que te pusieran un anillo.  Y te ayuda a resignarte cuando el atasco retrasará tu vuelta a casa ese día en que tanto necesitas volver a ella.

Coincido con el violinista Yehudi Menuhin cuando dice “Estoy seguro de que la buena música alarga la vida”, pero sé que antes o después moriré. Y allí estará la música sonando también en mi funeral.