Este momento del año en el que nos reímos de la muerte y del miedo -Halloween- me sirve de excusa perfecta para contaros cómo despiden aquí a un ser querido. No me había tocado aún vivir un «memorial service» o funeral de alguien conocido. Hasta hace unas semanas. Una muerte sin ningún sentido, como tantas. La de una madre de 45 años, dos hijos, solidaria, activa, vital. Hasta que un cáncer se la llevó en menos de un año. En su despedida hubo mucha emoción y… risas.
Fue una ceremonia solemne. «Ponte de oscuro, aquí todo el mundo lo hace aunque no sea de la familia y los hombres suelen llevar traje», me advirtieron mis amigas. El funeral fue en una iglesia cristiana no católica. Había un sacerdote pero a quien más escuchamos fue a quienes más cosas tenían que contar y compartir. Los padres, los hermanos, el marido. Hubo lectura del evangelio y también de otros textos. Y sobre todo mucho cariño, pena y homenaje a quien su marcha nos había dejado tan tristes.
Primero hablaron los padres. No debió ser fácil para ellos. Ver morir a una hija es lo más contra natura del mundo. Difícil entenderlo y procesarlo. No puedo ni pensar lo que se debe sentir. Pero ahí estaban, hablando de su hija, recordándola. Con lágrimas, tomándose sus pausas y continuando después. Hablaron el padre y la madre y leyeron los hermanos. Las últimas palabras fueron las del marido. Al principio, su recuerdo estuvo salpicado de anécdotas de familia, de los niños, divertidas…y la gente se rió mucho. Si en ese momento hubiera entrado alguien completamente ajeno, no hubiera dicho que estábamos en un funeral….Después las palabas se volvieron más emotivas y la voz más quebrada. Tuvo que dejar de leer. No pasó nada, siguió haciéndolo otro familiar en su nombre. Es lo que se espera de momentos así. Naturalidad. Sentimientos. Compartir la tristeza.
Al final de la ceremonia, sonó a piano el «Imagine» de John Lennon. Mientras escuchábamos la música, se proyectó un sin fin de fotos sobre la vida de ella. Desde pequeña, adolescente, joven, amigos, viajes, su boda, la llegada de sus hijos, sus aficiones, sus inquietudes, sus bromas. Todo un homenaje preparado por sus amigas. Me impresionó. Reconozco que no estoy acostumbrada a este tipo de despedidas o funerales. Tan sentidas y cercanas, tan de verdad y tan participativas. En España algo vamos mejorando en este sentido pero creo que todavía nos falta para atrevernos a hablar en público en momentos así y compartir en alto nuestra tristeza o emoción.
Después del funeral, hubo una recepción y luego un fiesta más grande en su casa. Tal y como hemos visto en tantas películas o series americanas. Qué mejor forma de aliviar el dolor que rodearse de gente querida, recibir su consuelo y su compañía. Luego ya vendrá el día a día de esa ausencia, de acostumbrarse a seguir adelante a pesar de y con la pena y la nostalgia.
Este homenaje a los que se han ido también se refleja en las esquelas. Nada que ver con esos recuadros donde aparece el nombre del fallecido, el de sus familiares y poco más. Aquí la mayoría tiene foto de color y no sólo aparecen las fechas y los nombres de los suyos. A veces son también un auténtico tributo a esa persona, cuentan su biografía, sus valores y sus cualidades. Como pequeños altares a la memoria y al recuerdo. No sólo se publican esquelas de gente fallecida esa semana, también aniversarios donde se vuelve a recordar la ausencia que dejó ese ser querido.
Bueno, acabemos con algo más «alegre». Ya estamos metidos en semana Halloween. Las casas llevan adornadas con telas de araña, esqueletos, tumbas y zombies desde hace días. Es como un auténtico parque temático. Vuelta a las fiestas, al «trick or treat» y las golosinas. Que sería de este país sin estos y otros momentos. Booooo
Yo he tenido la «suerte» de vivir la muerte de cerca y cerca de las tradiciones. Recuerdo cuando fallecieron mis abuelos, y como los familiares, amigos y vecinos estuvieron allí, que pasamos la noche llorando y riendo, contando anécdotas, rememorando. Reconfortante. Esa sensación de pertenecer a una comunidad se ha ido perdiendo en España, hace poco falleció mi padre, en la gran ciudad, sentía más soledad social, no familiar, era todo más aséptico, todo fue demasiado rápido, los conocidos y amigos parecían tener prisa y que a nadie la apetecía hablar de la muerte… ni de la vida. El tanatorio se quedó casi vacío esa noche, nosotros nos quedamos, unas 20 personas, éramos pocos, y me sentía triste porque allí al lado había muchos otros pasando su última noche solos, oía a sus familiares recomendar que allí no había nada que hacer, pues en casa tampoco, o que eran cosas antiguas, tan antiguas como la muerte. A raíz de esos días he comprobado como en nuestra sociedad resulta muy incómodo hablar de este tema, se evita, se cambia de tema… un amigo ha perdido a su padre y estuvimos acompañándole, cada semana me da las gracias, porque le ha sorprendido nuestra actitud?, una amiga perdió a su madre con 20 años y apenas habla de ello, lleva dentro su dolor y no lo comparte con nadie, en su familia no se habla de ello… es un trámite que hay que pasar rápido? Para mí no, me ayudó a asumir la pérdida y comenzar el duelo, el compartir esos momentos con las personas que le conocieron.
Yo he tenido la «suerte» de vivir la muerte de cerca y cerca de las tradiciones. Recuerdo cuando fallecieron mis abuelos, y como los familiares, amigos y vecinos estuvieron allí, que pasamos la noche llorando y riendo, contando anécdotas, rememorando. Reconfortante. Esa sensación de pertenecer a una comunidad se ha ido perdiendo en España, hace poco falleció mi padre, en la gran ciudad, sentía más soledad social, no familiar, era todo más aséptico, todo fue demasiado rápido, los conocidos y amigos parecían tener prisa y que a nadie la apetecía hablar de la muerte… ni de la vida. El tanatorio se quedó casi vacío esa noche, nosotros nos quedamos, unas 20 personas, éramos pocos, y me sentía triste porque allí al lado había muchos otros pasando su última noche solos, oía a sus familiares recomendar que allí no había nada que hacer, pues en casa tampoco, o que eran cosas antiguas, tan antiguas como la muerte. A raíz de esos días he comprobado como en nuestra sociedad resulta muy incómodo hablar de este tema, se evita, se cambia de tema… un amigo ha perdido a su padre y estuvimos acompañándole, cada semana me da las gracias, porque le ha sorprendido nuestra actitud?, una amiga perdió a su madre con 20 años y apenas habla de ello, lleva dentro su dolor y no lo comparte con nadie, en su familia no se habla de ello… es un trámite que hay que pasar rápido? Para mí no, me ayudó a asumir la pérdida y comenzar el duelo, el compartir esos momentos con las personas que le conocieron.