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Está en marcha. Falta la fecha y una consulta. Pero da la impresión de que si por él fuera, no se metería en esto. Un presidente de carácter anti belicista a punto de lanzar una ofensiva militar en Siria. «Limitada en el tiempo y el alcance» ha dicho. Condicionada, ahora, al visto bueno del Congreso. Se retrasará. Veremos. No me gustaría estar en su piel.

Lleva dos años resistiéndose a intervenir en el conflicto aunque muchos se lo han pedido en este país. Como si hubiera esperado en este tiempo a que ocurriera algo que frenara la guerra y el sufrimiento del pueblo sirio. La realidad es cabezona y le enfrenta ahora a una decisión muy dura por muchas razones e imagino, también, personalmente para él.  Me pregunto qué habrá pasado por su conciencia y su propia convicción. Un presidente que no quería más guerras y es Nobel de la Paz. Un presidente, que a la vez, no puede no hacer nada ante lo que ha pasado. Con el ataque de armas químicas se ha cruzado la línea roja que él mismo marcó. Toca actuar…en coherencia.

U.S. President Barack Obama speaks about Syria at the White House in Washington

Y de momento, está solo. Por eso quizá busca el voto del Congreso. Tal vez necesite sentirse más legitimado aunque no está obligado a consultar a las Cámaras para actuar. ¿Y si no le dan ese respaldo? O si se lo dan ¿a qué precio? Obama en su propia encrucijada. La política y, creo, la personal también.

El pueblo americano no parece estar muy convencido de la necesidad de actuar. Las encuestas dicen que menos de la mitad aprobaría esa intervención siempre y cuando sea verdad que es un castigo al régimen sirio por haber usado armas químicas.

Me imagino a Obama de puertas adentro. Cuando se quita la chaqueta de comandante en jefe y se relaja si es que en este momento consigue hacerlo. Qué le dirá a sus hijas. Qué comentará con Michelle. Qué le aconsejará ella. Qué pensará cuando se quede solo con sus reflexiones antes de quedarse dormido, si es que consigue conciliar el sueño. Qué difícil mandar y tomar decisiones que afectan a tanta gente. Qué complicado dormir tranquilo.

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Y le supongo dándose a sí mismo razones para decidir que «sí» y relegando aquellas otras que le inclinan al «no». Intuyo que tendrá alguno de  esos momentos en los que se piensa «qué hago siendo presidente, en qué momento se me ocurriría». O quizá no. Igual está seguro y convencido de lo que dice y es el verdadero Obama el que vemos y escuchamos en sus comparecencias. Que realmente cree que el uso de la fuerza, ahora en Siria, está más que justificado.

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Y puesta a imaginar,  veo a Michelle apoyándole en su decisión sea cual sea. O quizá convenciéndole de que sí, de que esta vez hay motivos suficientes. El mismo lo ha dicho en su declaración: «este ataque es un asalto a la dignidad humana y un serio peligro para nuestra seguridad nacional». El fin y los medios, una vez más.

«Yo me siento profundamente inspirado por el movimiento no violento de Luther King… pero los no violentos no hubieran podido parar los ejércitos de Hitler» dijo Obama cuando le entregaron el Nobel. Quizá ahora esas palabras le llegan con especial eco a su memoria. Quizá crea, de verdad, que es el momento de ponerlas en práctica y asumir esa eterna paradoja de que, a veces, para lograr la paz, hay que ir a la guerra. Puede que su propio recorrido de ciudadano a presidente le haya traído ya a este punto.

En un reduccionismo tuitero, si me permitís la expresión, el fondo del tema es el de siempre: ¿hay qué hacer algo contra atrocidades como la ocurrida en Siria? o ¿dejamos a cada país con sus miserias y guerras? ¿por qué se interviene en unos conflictos y en otros no hay manera? Si estamos de acuerdo en que hay que actuar, ¿cómo hacerlo? Mi frustración sigue siendo que sólo el uso de la fuerza por parte de algunos parece ser la alternativa. ¿De verdad no se puede hacer nada más? No aprendemos. Qué pena.

¿Y si ese ataque militar trae más problemas que los que pretende castigar? ¿y si no es tan limitado ni en el tiempo ni en el alcance? ¿qué llegará después?

Más decisiones. Qué difícil.