Acabamos de entrar en el invierno. No lo parece. El termómetro marca 22 grados en Washington DC. Calor muy raro para estas fechas. Sol en el día más corto del año y la fiesta del solsticio. Los niños de vacaciones y la gente deseándose lo mejor para estos días. Como si estuviéramos obligados a ser felices en Navidad. Y después, volver al resto del año. Hay muchos que no soportan estas fiestas. Por lanzarnos al consumismo, por ser forzadas para algunos. Porque los suyos ya no están o porque no tienen mucho que celebrar. Lo entiendo.
Tengo la suerte de que yo todavía las disfruto aunque no puedo estar con todos los que echo de menos. Porque están lejos o por lo que sea. Aún así, creo que cualquier motivo es bueno para sentirnos algo mejor y llenarnos de buenos deseos aunque duren lo que dura la fiesta. Menos es nada. No hay que volverse loca con los regalos ni con las comidas o cenas. Son formas de celebrar que, a veces, generan más tensión que ilusión si esperamos demasiado de ellas. Pero seguimos haciéndolo. Cada uno en la medida y la manera que quiera. No se trata de gastar los que no se tiene ni de competir sobre quién regala mejor o felicita más. Tener niños ayuda mucho a vivir más estas fechas. Contagian ilusión.
Y hay más. La familia, los amigos, las buenas conversaciones. Las risas. Los encuentros. Las felicitaciones. Tener a alguien de quien acordarse y hacérselo saber.
Y la música. Se trata de sentir. Así que feliz…todo estos días y el resto del año. Que disfrutéis y sintáis. Este vídeo ayuda. Nos vemos en 2014.
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