aprotestas

 

Están asustados.  Muy asustados.  Sólo así se entiende que dos formaciones políticas  alérgicas a cualquier tipo de acuerdo salgan del debate sobre el estado de la Nación dispuestos a ¡un pacto! PP y PSOE tienen tantos trapos sucios,  tanta miseria debajo de la alfombra y tanta vergüenza que tapar, que han llegado a la cómoda conclusión de que solo un acuerdo a dos bandas evitará el desastre.

 

Demasiado tarde por mucho que al presidente del Gobierno le escueza pronunciar el nombre de quien amarra y amenaza al Partido.  La negativa de Rajoy a referirse con nombre y apellidos a Luis Bárcenas  durante el debate sólo refuerza a quienes piensan que , en este asunto, el presidente tiene tantas ganas de pasar página como miedo a lo que Rubalcaba calificó de “ataque de sinceridad” del extesorero.

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El silencio sobre Bárcenas y sobre la abdicación del Rey lastraron una intervención que  en general  estuvo razonablemente solvente. Se impuso Rajoy porque en este tipo de enfrentamientos suele ganar quien tiene el poder y porque, además, su rival mostró en público las mismas debilidades y carencias que presiden sus actos en los bastidores socialistas.  Más allá del morbo que generaba el “cara a cara” la sensación que dejó el Debate es que si España saca la cabeza y evita el naufragio, algo que ocurrirá sin duda, no será precisamente por la eficacia y responsabilidad de unos dirigentes incapaces de entender el grito no tan silencioso, y cada vez menos, de la calle.

aurdangarin

Deja el fin de semana dos momentos a tener muy en cuenta. La movilización callejera plagada de banderas republicanas y el intento desesperado de un «yernísimo» empeñado, ahora sí, en salvar la imagen , el buen nombre y hasta el futuro de la Corona.

ZIPI Y ZAPE

 

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Dos ministros salen muy tocados del debate sobre el estado de la Nación. La situación de Ana Mato y de Cristóbal Montoro se antoja insostenible. La primera por soberbia y por “despistada”. Por no enterarse de lo que pasaba en su casa mientras estuvo casada con el exalcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda.  Las fiestas infantiles salían casi gratis, los coches de gama alta se acumulaban en el garaje, los bolsos de primeras marcas llegaban como si fueran las bolsas de “súper”,  la cuenta corriente  crecía con números de vértigo pero ella no se enteraba.  Sólo le falta decir que no le consta la existencia del señor Sepúlveda y, por supuesto, que no recuerda haberse casado.

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El segundo, Montoro, por esa chulería chabacana que insulta la inteligencia de la gente honesta y sencilla. Su arrogancia verborreica solo esconde las limitaciones de alguien a quien el cargo parece venirle muy, muy grande. Su salida de tono con el ataque visceral a los actores, -más  allá de que pueda ser merecido-, ocupa un lugar destacado en el ranking de incompetencias de un ser a quien  se presume responsabilidad por el cargo que ocupa.  En España hay actores demagogos, oportunistas, fariseos, populistas, caraduras, ricos  y hasta defraudadores pero su actitud no justifica la respuesta de un tipo que acude todos los viernes a las reuniones del Consejo de Ministros. El odio , venga de esos actores de la izquierda divina o de todo un ministro, siempre es un pésimo consejero.  Y al odio, señor Montoro, jamás se le responde con odio.

LA T.I.A. DEL SIGLO XXI

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La versión moderna de Mortadelo, Filemón y los agentes de la TIA no dejará de dar sorpresas durante muchos meses. Las cientos de horas de grabaciones y los innumerables dosieres que se acumulan en las oficinas de los detectives de “Método 3” garantizan horas de tertulias radiofónicas , mucha portadas de diarios y aperturas en los informativos televisivos.  Al lodazal catalán sólo le faltaba esta chapucera red de espionaje político que salpica a dirigentes de todas las formaciones, empresarios, famosos y periodistas. El caso dará sorpresas y afectará, esencialmente, a quien haya tocado más poder. No extraña que CIU y el Gobierno catalán hayan comenzado su particular cruzada para vincular el caso de los espías con los ataques al soberanismo catalán. Policía y jueces deben saber que si los demás ladran ellos están cabalgando muy bien. Que no paren.