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Saben pero no contestan.  Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas y María Dolores de Cospedal firmaron tácitamente un pacto de silencio para tapar las vergüenzas del “caso Bárcenas”.  Negaron,  todos a una, la contabilidad “B” del PP y el cobro de sobresueldos en dinero negro.  Sólo admitieron las donaciones al partido porque llevaban bien trabajada la coartada. La culpa del descontrol fue de los extesoreros Bárcenas y Lapuerta repitieron cansinamente ante el juez.  Uno se quema en la cárcel y el  otro se consume con sus problemas de salud. Todo redondo para este peculiar trío salvo algún “pequeño” detalle que les puede salir caro. No esperaban que el hombre que sustituyó a Bárcenas al frente de la gerencia del PP admitiera que cobró 12.000 euros en dinero opaco. 24 billetes de 500 para más señas. aarenas

Cuesta creer que esa entrega recogida en los papeles sea cierta y no lo sean las demás en las que aparecen los nombres de Cascos, Arenas, Cospedal y otros tantos ilustres del partido.

El trío acudió a la Audiencia con la obligación de decir la verdad al estar citados como testigos. Este pequeño detalle obligó a Arenas a confirmar que sí se reunió con  Bárcenas en un restaurante sevillano. No podía negarlo. Pesaba demasiado el mensaje del abogado del extesorero en el que le recordaba que ese encuentro tiene “soporte documental”.  Sibilina forma de advertir que hay grabación del encuentro y puede que no sea la única.

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Con todo, lo más llamativo de las tres declaraciones fue la actitud de la actual secretaria general de los populares.  Cospedal puso en el disparadero al mismísimo Mariano Rajoy al admitir, en sede judicial, que el pacto económico con Bárcenas estuvo bendecido e impulsado por el presidente del Gobierno. Ella sabrá si midió o no una declaración que ha dinamitado la convivencia en la jefatura del PP. Poner en marcha el ventilador para no tragarse más sapos de los debidos tiene su riesgo. Hacerlo implicando al hombre que la impulsó, la nombró y la toleró suena más a traición inesperada o en el peor de los casos a un desafío por el poder. Urgen decisiones en el seno del PP que sólo pasarán por un Congreso extraordinario donde unos y otros descubran sus cartas y midan sus fuerzas. Está en juego algo más que la supervivencia del PP como una formación con vocación de gobernar.

España se asoma al balcón de la ingobernabilidad con un parlamento fragmentado y secuestrado por las posiciones más radicales y por los independentistas . El fin del bipartidismo tiene la ventaja de acabar con una dictadura democrática mangoneada por los dos grandes partidos y la desventaja  de  abocar el país a un escenario incierto donde la toma de decisiones sea un suplicio por falta de mayorías. Mal asunto «italianizar»la política española.