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Me vais a permitir que con el calor de estos días, aligere el post y lo refresque con agua romana. Una auténtica bendición, -ya que estoy tan cerca del Vaticano…- al alcance de todos. Además de las célebres Fontana di Trevi, la de los Quattro Fiumi de piazza Navona, la  Barcaccia de piazza Spagna y otras tantas monumentales,  por toda la ciudad hay miles de fuentes pequeñas,»fontanelle», de las que fluye agua potable sin interrupción. Día y noche. 365 días al año. Un auténtico derroche, pensé al principio, viniendo de un país que no lo puede hacer, como es el nuestro, que tiende más a la sequía que a la abundancia pluvial. Roma se lo puede permitir y los que vivimos en ella o los que la visitan, se lo agradecemos muchísimo en estos días de sofocante calor.

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Se les llama «nasone», que viene de «naso», nariz, por aquello de que recuerda a su forma.  Son cilíndricas, de hierro, pequeñas y están a pie de suelo, como las de toda la vida. Son un signo muy característico de la ciudad eterna. Existen desde 1874 cuando el primer alcalde de la capital de una Italia recién creada, decidió dotar a la urbe de fuentes públicas. Lo mejor, además de dar agua potable, buenísima y fresca es que se bebe sin necesidad de agacharse mucho. Tienen un ingenioso sistema. El tubito por donde sale el agua tiene un pequeño agujero arriba. Se tapa la boca del caño y el agua sale por el agujerito tan alta como quieras beber. Una especie de surtidor manual. Comodísimo.

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Roma es rica en agua. Tiene esa suerte y el lujo de soltar tan preciado líquido permanentemente. Una ciudad, no olvidemos, del Mediterráneo, al sur de Europa.  Os dejo imágenes de esas otras pequeñas fuentes que me encuentro cuando callejeo, no todas salen en las guías pero tienen mucho encanto. ¡A refrescarse!

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angelica1M