O al menos medias verdades o datos maquillados a conveniencia de quien los dice. Eso tan común entre los que forman la clase política, sobre todo con unas elecciones por medio. El nivel de promesas que de sobra saben que no cumplirán o de «mentirijillas» se desborda cuando se trata de acaparar votos. En Estados Unidos, hace tiempo que a los medios no se les escapa una y  ponen a los políticos en evidencia. Bienvenidos a las «politics facts».

Es la parte que más me gusta de un debate electoral. Que luego los periodistas contrasten lo que ha dicho uno y otro  y sentencien con datos quién dijo la verdad y en qué y quién mintió o disfrazó la realidad para ver si colaba y ganaba adeptos, quién cayó en contradicciones o quién no sabía de lo que hablaba.  No es nuevo. Llevan ya practicándolo un tiempo y hay medios que han hecho de esto su especialidad. Me parece que hacen un inmenso favor a la opinión pública en general y a cada espectador en particular.

Las cadenas de televisión lo suelen sacar al poco tiempo de acabarse el debate, como pasó con el cara a cara el jueves entre el vicepresidente Joe Biden y el «ticket» republicano, Paul Ryan. Analizan las declaraciones más interesantes o llamativas de cada candidato para decir si se ajustaron a la verdad o todo lo contrario. Muy clarificador. Muy periodístico.

Las televisiones por lo general no tienen ni el tiempo ni entran en el nivel de detalle que sí lo hacen los medios escritos y online convertidos en auténticas máquinas de la verdad. Además no se conforman sólo con concluir si fue verdadero o falso. No. Tienen una amplia gama de calificativos para catalogar las afirmaciones de los políticos que van desde «verdad» «casi verdad».. falso», medio falso hasta «pants on fire» expresión para decir que no se puede ser más mentiroso.

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay medios que han creado sus propios galardones como » The Washington Post» que concede «pinochos» por cada «no verdad» que dice un político. Es otra manera de afear la conducta a quienes se deben a los ciudadanos. Estas mediciones de veracidad también señalan a los que caen en contradicciones o cambian de opinión según los tiempos. En esto gana Romney. Se ha llevado varias veces la nota de «full flip flop» por haberse mostrado primero como un republicano moderado, después acercarse al tea party en las primarias de su partido y  ahora presentarse con un perfil más de centro. Lo que en España llamaríamos un veleta.

De vuelta al debate Biden-Ryan y cogiendo, por ejemplo, cuatro declaraciones de cada uno. El resultado es que Biden sólo dijo la verdad completa en uno, dos eran medio verdades («half true») y la cuarta practicamente falsa «mostly false». El vicepresidente afirmó, por citar una, que la embajada norteamericana en Libia no les había pedido más seguridad y los hechos demuestran que sí, que en varias ocasiones, se habían enviado mensajes al Departamento de Estado para que ampliara la seguridad.

En cuanto a las cuatro de Ryan, una era falsa, otras dos practicamente también y la tercera, media verdad.  Dijo por ejemplo que Obama había estado los mismos días que Netanyahu en Nueva York y que en vez de reunirse con él, fue  a un programa de televisión. Los hechos demuestran que no coincidieron el mismo día. Interesante constatar la manipulación de la realidad de unos y de otros. Tragamos con ruedas de molinos aunque también es cierto que hay quien sólo oye lo que quiere oir y cree lo que quiere creer.

 

Uno de los medios estadounidenses pioneros en someter a los políticos al termómetro de la verdad es «Tampa Bay Times» y su web www.politifact.com  que le hizo ganador de un premio Pulitzer. Pero hay más como el www.factcheck.org  o cualquier otro medio que se sirva de este servicio o haga su propio «politic facts». Ojalá lo practicaramos más y siempre en todos los medios y países. No es que fuera a curar del todo de este vicio a los políticos, pero sí al menos, les obliga a trabajar algo más el rigor de sus afirmaciones y a andarse con más ojo en la próxima. Porque no todo vale ya. Afortunadamente.