En mis tiempos mozos, la televisión era en mi casa un utensilio más que servía para decorar en el salón, porque mis padres no nos dejaban ver nada que tuviera rombos (ni siquiera uno) y entonces hasta los documentales estaban medio censurados. Se encendía sólo a la hora del telediario y/o en la franja infantil. En aquellos esporádicos ratos que la “generosidad” de mis progenitores nos concedía conocí a una señora gordita de pelo corto, con voz ronca, que solía llevar corbatas y se sacaba unos divertidos estribillos de cualquier globo. Yo entonces no lo sabía, pero aquello era poesía pura: entraba por los oídos, no como un asunto sesudo y aburrido, sino como una canción pegadiza.gloria-02

Esa señora potente que jamás se puso una falda habría cumplido cien años justo estos días, razón más que meritoria para que su nombre se haya recuperado para honor de un género literario a veces olvidado y casi perdidogloria01, que, ahora lo sé, ella hizo grande. Gloria Fuertes me ayuda a traer aquí versos y dolores que, releídos con madurez y distancia, son un ejercicio perfecto de la literatura más ignorada. La exposición que el teatro Fernán Gómez de Madrid le ha dedicado es un delicado paseo por sus estrofas, por su vida viajera, por su homosexualidad creadora, por su bondad enorme, como su peso y sus estrofas. Allí me he comprado uno de sus libros, “Ni tiro, ni veneno, ni navaja”. Y aunque es menudo, leo cada día sólo una página, me lo estoy dosificando para disfrutarlo más, lentamente, como era su hablar. Lo cierto es que es un buen momento para recobrar su talento, sus hondos poemas, rimando con su personalidad:

“Los pájaros anidan en mis brazos, en mis hombros, detrás de mis rodillas, entre los senos tengo codornices, los pájaros creen que soy un árbol. Una fuente se creen los cisnes, bajan y beben todos cuando hablo. Las ovejas me pisan cuando pasan y comen en mis dedos los gorriones, se creen que soy tierra las hormigas y los hombres se creen que no soy nada”. (De “Poemas del suburbio”).gloria03

Este acontecimiento casa en 2017 con otro aniversario fundamental, los 75 años de la muerte de Miguel Hernández. Si la política y la atrocidad no lo hubieran matado en una cárcel, la historia nos habría legado una obra aún más colosal de la que dejó. Quizás ningún poeta haya aunado tantos elogios comunes en la grandeza, la humanidad y la hermosura. Ojala este recuerdo que marcan las cronologías ayude a recobrar en las aúlas y las tertulias su espíritu y su poesía. Y allá en las alturas, a lo mejor Gloria le recita a Miguel :

«A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero». (De «Elegía»)gloria04