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Se llama Robin y es un robot. Se presenta como la solución para aquellos ancianos que por decisión propia o por otras circunstancias, viven solos. Robin cuida de su salud y les mantiene en contacto con sus allegados.  140515090625-giraffplus-lea-face-on-screen-horizontal-gallery

GiraffPlus, Robin para los amigos, es un ciberasistente que se desplaza con total libertad por el hogar, de manera que familiares, amigos y médicos puedan estar al tanto de las actividades y el estado de salud del paciente. Mediante sensores y dispositivos que pueden llevarse puestos o distribuidos por la casa, el robot controla, por ejemplo, la presión sanguínea, o el nivel de azúcar en sangre. También hace un seguimiento de actividades cotidianas como abrir la nevera, las veces que se levanta por la noche o cuánto tiempo pasa ante la televisión. La comisión europea ha invertido 3 millones de euros en este proyecto diseñado por una universidad sueca, y que ya se está probando en varios hogares de Italia, Suecia y España. Su comercialización está prevista a partir de 2015, a un precio aproximado a los 4.000 euros.

Hace más de diez años, algunas empresas de robótica intentaron introducir asistentes médicos en los hospitales. Una de ellas fue Panasonic. De sus laboratorios salió Hospi, una especie de botiquín con ruedas cuya principal misión era dispensar las medicinas a los pacientes.

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Poca prestación a priori, para el coste de cada uno de estos robots: unos 100.000 dólares. Su éxito fue más que discreto: sólo se vendieron dos unidades y la producción se detuvo. Ahora, una década después, la compañía japonesa ha decidido darle una segunda oportunidad y trabaja en una nueva versión que ya funciona en varios centros médicos de Japón.

También se busca en la robótica solución a las carencias afectivas de nuestros mayores. Paro es un robot con aspecto de adorable peluche que está demostrando sus propiedades terapéuticas en hospitales y centros de mayores. Se empezó a utilizar en Japón, con las víctimas del terremoto y posterior tsunami que devastó la costa nororiental del país en 2011.

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Posteriormente, se incorporó a los servicios psiquiátricos de hospitales norteamericanos como parte de la llamada «terapia de mascota», para el tratamiento de la depresión y la demencia.

Paro emite chillidos, baja la cabeza, cierra los ojos y mueve las aletas cuando se le acaricia, algo que parece proporcionar a los pacientes la sensación de afecto que los mayores necesitan. 

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