Sé que os gustó a todas, pero a mi no. Cuando un vestido de novia deja indiferente, es decir, no desata pasiones, no es un buen vestido de novia.

Los trajes nupciales están diseñados para que cuando una mujer camine vestida de novia por la alfombra roja, a todas las invitadas femeninas les aparezca la lagrimita -mezcla de emoción y envidia- en los ojos.


¿Cuántas sentísteis esa emoción con la novia de Mónaco? 
Ya lo sabía yo, cero o ninguna.


¿Cuál fue el problema? El problema no es el vestido…era bonito. El problema fue la mezcla, Charlene de novia y Armani de diseñador.

Empecemos por el principio. La futura Princesa monegasca iba del brazo hacía el altar como si en vez de casarse fuera directa a la guillotina. Dicen las malas lenguas que semanas antes había protagonizado la versión de la Costa Azul de “Novia a la fuga” y puede que mientras caminaba hacía su “atractivo” prometido, se estuviera acordando de Julia Roberts y toda su familia. 
Sinceramente….creo que iba dopada. Supongo que para casarte con Alberto de Mónaco necesitas más de un lexatin. De ahí su cara…era un poema.
La segunda pieza que no encajaba era Giorgio Armani. Nada malo que decir del diseñador, me encanta, es uno de los maestros. Pero el italiano, con sus líneas rectas y puras y sus sedas y estampados tranquilos , es ideal para un traje de chaqueta como el que lució la Princesa de Asturias en su pedida de mano o para un vestido de fiesta como el deEugenia Silva en los últimos Premios ELLE. 
Pero para un traje de novia, me resulta soso.
Toda esta crítica está hecha desde el respeto y sin quitarle ni un ápice de admiración hacia el impecable trabajo de patrón y resultado del vestido. 
Armani es un maestro y -desde luego- a Charlene NO LE IBA A QUEDAR MAL un diseño de Giorgio. Acertadísimo era el escote, que al ser barco disimulaba las anchas espaldas de la sudafricana, herencia de su pasado profesional como nadadora, resaltando su largo cuello. 
La misma función tenía la elección de la tela..SEDA DUQUESA, la pobre ya Princesa de Mónaco debió de pasarlo mal por lo mucho que pesa. Y fue una pena que en las imágenes no se viera bien los 40.000 cristales de Swarovski y 20.000 madreperlas en forma de lágrima, la verdad es que no se apreciaban e iban bordados por todo el traje.

Hay a quién le ha gustado el velo, a mi NO. Me recuerda a una mosquitera pero la idea del broche que le sujetaba el moño -en realidad una tiara al revés-  me pareció preciosa. 
Esta idea también fue usada por Laura Ponte en su boda, para mi una de las novias más bellas que recuerdo. 
Por cierto, un periodista muy conocido, según él especialista en moda, contó el otro día en la tele que el vestido de Grace Kelly, cuando se casó con Rainiero en 1956, era también de Armani. Pobre Giorgio, es mayor, pero por aquel entonces, con 20 años, creo que el italiano todavía estaba empezando a enhebrar agujas.