Tan oportuna y tan oportunista. Tan demagoga y al tiempo tan razonable. La decisión de la Junta de Andalucía de expropiar las viviendas de los bancos para frenar el drama de los desahucios genera opiniones enfrentadas con mayoría entre quienes la apoyan.
El problema de la propuesta, más allá de cuestionar la propiedad privada y rozar la inconstitucionalidad, es que parece hecha a beneficio político de la izquierda socialista agonizante más preocupada por “sacar tajada” y levantar cabeza que por la miseria de quienes se quedan en la calle. El problema de los desahucios, por mucho que se empeñe el socialismo andaluz ahora, no lo ha generado el PP ni el Gobierno de Rajoy. El drama existió durante los 13 años de Gobierno de Felipe González y se multiplicó en las dos Legislaturas de Zapatero. Y sin embargo, el PSOE no movió un solo dedo. ¿Por qué ahora sí? ¿Lo hace por respeto a los afectados o acaso para evitar que los escraches y el acoso a los políticos les acabe salpicando?.
Nunca sabremos si el gesto es loable o simplemente se trata de un desesperado intento de arañar unos votos para evitar una debacle electoral que se acerca. A Rubalcaba y a los suyos, también a Rajoy, les atemoriza la cita con las urnas en 2014. Elecciones europeas donde el voto de castigo a las dos formaciones mayoritarias puede ser épico. Se entiende su pánico y hasta se comprende la demagogia.
El GRAN ERROR
Creímos durante años que fuimos buenos. Que lo hicimos bien. Presumimos de realizar una transición modélica que parió un modelo autonómico ejemplar. Vivimos engañados durante décadas porque ahí estuvo el error que pagamos hoy.
Fue un lastre someter la Constitución a un referéndum y no hacerlo con el modelo político. La debilidad de la Corona, en estos tiempos convulsos, viene de que el pueblo español no pudo aprobar en las urnas si optaba por la Monarquía o por la República. Hacerlo hace casi 4 décadas hubiera legitimado y fortalecido a una Institución que hoy tendría mayor credibilidad y margen de defensa.
No se hizo entonces y en 2013 la realidad es otra. La Corona muestra debilidades fruto de los excesos, la falta de transparencia y las amistades peligrosas. El Rey pierde “juancarlistas” como si se tratara de una sangría y buena parte de la familia está salpicada por casos de corrupción fruto de aquellos años donde la impunidad se asociaba a poderes muy concretos. Iñaki Urdangarin no es más que la punta de lanza de un modelo corrupto somatizado sino como legal sí como razonable. Empresas tapadera, cobro de comisiones y políticos entregados a la causa para “completar” los ingresos de la Familia. En este escenario, sólo el Príncipe es la única garantía de salvación para una Institución que zozobra y agoniza entre sus titubeos, falta de rumbo y perdida de respeto de la sociedad.
Tampoco lo hicimos mejor con un modelo autonómico que bendijo el café para todos cuando no todos podían y querían café. Inventamos Comunidades, -La Rioja, Murcia, Madrid-, para que las mal llamadas históricas no se sintieran por encima del bien y del mal. Y cometimos el error de pensar que igualando todas las Autonomías se ahogarían los sueños independentistas de catalanes y vascos. Un tremendo error porque es cierto que tan históricas como Catalunya y Euskadi son, por ejemplo, Castilla, León y Aragón. Tan históricas ellas como distintas y diferentes las otras.
El diagnostico está claro, ahora andamos en busca de las soluciones. Esto no da más de si
La demagogia es la marca de la casa de todos los partidos políticos.
Menudo hastío
El diagnostico está claro, ahora andamos en busca de las soluciones. Esto no da más de si
La demagogia es la marca de la casa de todos los partidos políticos.
Menudo hastío