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Defender la “marca” España es algo más que pagar previsibles campañas de comunicación o realizar aburridas tournées.  Respaldar la marca España es evitar el espantoso ridículo de cancelar, por segunda vez en dos meses, la agenda del heredero de la Corona por un problema técnico en un avión de las Fuerzas Armadas que debería ser santo, seña e imagen de un país.  España no necesita un “Air Force One” pero tampoco merece una chatarra de treinta años donde nuestra sociedad pasea el pesimismo y la falta de autoestima.  La gravedad del bochornoso episodio del avión del Príncipe radica en la compañía de otras situaciones enfangan la imagen del país.

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Se acumulan los casos de corrupción, fallan nuestras apuestas tecnológicas, empresas  aparentemente punteras entierran su seriedad saltándose los contratos firmamos se aprueban leyes retrógradas que nos devuelven a la década de la construcción del Airbus del sonrojo. Así es muy difícil  hacer y defender la marca España

 COBARDES E ILETRADOS

 

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El lehendakari Ibarretxe al menos tuvo la dignidad y valentía de dar la cara para defender su plan soberanista en el Congreso de los Diputados. Fue derrotado y cavó su tumba política en Madrid pero demostró  arrestos para explicar con argumentos el dislate de su ensoñación independentista.  Artur Mas ni eso.  Actúa por cobardía desde hace más de un año cuando harto de sufrir reproches e insultos callejeros por los recortes, optó por el camino facilón de disfrazarse del Wallace catalán para recoger el aplauso de su cohorte de pelotas y la estruendosa ovación de un independentismo radical que no para de frotarse las manos desde entonces.  Mas se mueve entre la cobardía de quien esconde la mano tras arrojar la piedra y la chulería de quien se siente arropado por una sociedad que en realidad le dio la espalda en las urnas.  Actúa como presidente solo de una parte de los catalanes, se arroga el respaldo del 70 por ciento  de la ciudadanía y se permite el lujo de reprochar a Mariano Rajoy su “despotismo ilustrado”. Y lo hace él.  El hombre que patrimonializa otro tipo de despotismo, el iletrado.

 GUERRA DE TOGAS Y ALGO MÁS

 

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Un inédito  y demoledor  auto judicial se convierte en metáfora de una sociedad fracturada hasta el hastío. Las críticas del fiscal al juez del “caso Nóos,- antaño amigos y no hace tanto colaboradores inseparables-, evidencian una fractura social de la que no escapan los togados por un quítame allá esa Infanta. El fiscal Horrach y el juez Castro se enfrentan a “cara de perro” en sus escritos  en nombre de las dos Españas. La de quienes confían en la inocencia de la hija del Rey y la de quienes están  convencidos  de su culpabilidad.  A un lado quienes creen que está siendo maltratada por una condena social preventiva y al otro quienes sostienen que recibe trato de favor. En este escenario no ayuda que el presidente del Gobierno se posicione  con tanta claridad en un asunto de Estado que compete única y exclusivamente a los jueces.  Cuando  Mariano Rajoy dice que a la Infanta le irá bien está sugiriendo que o bien maneja una información  privilegiada o bien disfruta de la sospechosa licencia de controlar la hoja de ruta judicial.