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España es un país, más limpio, fresco y maduro. Un lugar donde se respira mejor después del veredicto y sentencia de la ciudadanía. Los españoles han decidido dar un “volantazo” a la izquierda en unas elecciones autonómicas y municipales que anticipan un cambio de ciclo histórico. El pírrico triunfo del PP en número de votos, escaños y concejales no oculta el desgaste de una formación empeñada en cavar su propia tumba sin prisa y sin pausa. Los populares se consuelan con el caduco y pueril argumento de que quien vence en las municipales y autonómicas acaba ganando las generales. Ingenuos. No vieron venir la debacle del 24-M y se resisten e quitarse la venda para adelantarse al futuro. La pérdida de las tres capitales más importantes que gobernaban, -Madrid, Valencia, Sevilla -, y de Comunidades tan emblemáticas como Castilla-La Mancha, Aragón, Extremadura y Baleares es puro abono para la derrota en las generales de noviembre.

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El PP es hoy un boxeador noqueado y grogui después de besar la lona en casi todos los asaltos del combate. Haría bien Mariano Rajoy en tirar la toalla y dejar paso a otro pupilo antes de que se consume una tragedia mascada a golpes de incoherencia e insensatez. Poner al frente de las listas al Ayuntamiento de Madrid a una candidata rodeada por los casos de corrupción y señalada por el desafío a los agentes municipales no es más que una metáfora del desastre moral de los conservadores. En las universidades ya debería estudiarse la campaña electoral de Esperanza Aguirre como ejemplo de lo que jamás debe hacer un político. Ella ha demostrado cómo la chulería, soberbia y prepotencia pueden acabar con años de trabajo y con la ilusión de cientos de miles de votantes. Aguirre ha sido capaz, ella solita, de movilizar a miles de personas que se refugiaron en la candidatura vinculada a Podemos para evitar la victoria de la “chulapona” popular.

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La noche electoral deja la amarga victoria el PP y la dulce derrota de un PSOE que recorta distancia y recupera poder en Comunidades y Ayuntamientos. muy relevantes. Pedro Sánchez ha salido vivo del 24-M pese a que los resultados en Andalucía mejoren, para disfrute de su gran rival interna, Susana Díaz, los conseguidos por el Partido en el resto de España. Fue la noche de las candidaturas municipales de Podemos y no tanto de un Pablo Iglesias que pudo comprobar como los resultados donde no había marca oficial de Podemos mejoraban los datos autonómicos de su formación.

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Tampoco debería perderlo de vista embriagado por el éxito. Fue, también a medias, la noche de los Ciudadanos de Albert Rivera convertidos en la tercera fuerza en número de votos pese a quedarse lejos de las expectativas más optimistas. Los anunciados desastres de Izquierda Unida y UPyD no sorprenden a casi nadie a la espera de poner fecha y hora a la defunción política de sus líderes.
En definitiva, el 24 -M alumbra una nueva España donde el bipartidismo resiste a duras penas y obligado a la cohabitación de dos formaciones ya convertidas en actores principales de la política española.

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Capítulo aparte merecen los resultados en Catalunya donde la CiU del iluminado Mas y sus aduladores talibanes sigue desangrándose en aras de un proceso soberanista que sale muy tocado si no hundido. El triunfo en Barcelona de la advenediza Ada Colau remueve el tablero independentista amenaza con cambiar estrategias y hasta fechas.Veremos si las cacareadas elecciones plebiscitarias lo son en la fecha anuncida del 27-S.