Por Lourdes Maldonado.

Esa mañana mi corazón bombeaba a la velocidad de la nave rusa Soyuz camino a la Estación Espacial Internacional. El 12 de julio de 2012 fue el último día que lloré de alegría. Era la primera vez que le veía, pero ya le conocía y le quería. Llevábamos años esperando ese gran momento, años esperando a que las puertas automáticas de la sala de llegadas de la T1 de Barajas se abrieran y apareciera él en brazos de ella. Y eso ocurrió ese jueves de julio. Hay momentos en la vida únicos que para entenderlos hay que vivirlos y que para recordarlos intactos hay que escribirlos. Por eso lo cuento.

No hay compuertas suficientes para contener tal torrente de emociones acumuladas. Las palabras se hacen un nudo ante ese momento enorme protagonizado por un niño demasiado ligero de peso, un rubito de 12 kilos que vino del este, que se fue sin mirar atrás para quedarse entre nosotros y ser feliz.

Sascha ha pasado los 4 años que tiene en un orfanato de Komsomolsk (una ciudad en el extremo oriental de Rusia) pero es un niño con suerte, acaba de encontrar a una madre 10 que empezó a buscarle antes de que él naciera.

Una historia con más capítulos que muñecas tienen dentro las típicas matrioskas rusas.

Una historia que empezó hace demasiado, pero la felicidad de ahora cuenta más que esos 6 años de gestación, de esperanza, desesperanza, de espera y desesperación, 6 años de trámites interminables, de hasta cambios de nacionalidad, un niño que iba a ser vietnamita pasó a ser ruso para terminar siendo español, cordobés para más señas, 6 años de exhaustivos exámenes de idoneidad,  con 3 viajes incluídos a los confines del mundo.

Nada ha sido fácil, Rusia es demasiado grande, pero ella se basta y se sobra, lo único que tiene de “Txiki” es su cariñoso apodo familiar. Recorrió sola cerca de 100.00 km para encontrarse con su pequeño, para conocerle, para que se lo preasignaran y asignaran como hijo, para pasar el examen del juicio, la sentencia, el visado, el viaje….y un amor que solo le cabe a ella dentro.

Sascha tiene 4 años y una historia detrás, pero de alguna manera el contador de su vida se pone a cero.

Madre e hijo hablan diferentes idiomas, ella ha aprendido ruso, él aprenderá español pero el amor es una lengua universal.

¡Ah! se me olvidaba ella es mi hermana mayor y él mi sobrino y estoy tan orgullosa…