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Ella se llama Irene Zoe Alameda. Ve la narración de forma abstracta, como si fuera un poliedro,  y se siente secretaria de lo invisible. Dice conocer al poliedro pero le cuesta distinguir sus aristas. Es polifacética y escritora no lineal. Esto último debe ser, supongo, que no suele escribir como Cervantes, Góngora, Quevedo, Machado, Baroja, Cela, Delibes, Umbral y otros clásicos. Con tanta complejidad mental resulta normal que una sola identidad creativa se quede corta. Yo te entiendo,  Zoe.  Entiendo que esa intelectual que llevas dentro necesitara una segunda creadora para dar rienda a tanta imaginación concentrada. Acertaste hasta en el nombre. Amy Martin. Rotundo,  sonoro. Mitad anglosajón, mitad hispano. De fácil memoria y de buen marketing. Tan brillante y cautivador que las mentes preclaras de la Fundación Socialista Ideas no dudaron en ficharte a precio de Nobel. 3.000 euros por artículo. Pedazo de caché para una prometedora carrera que quién sabe cómo hubiera acabado de no destaparse un, digamos, pequeño desliz. 

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Resulta Amy que te fichó tu pareja. Ese ex a quien tanto quieres, respetas y admiras. Normal. A 3.000 euros el folio creo que hasta “El Intruso” diría lo mismo. ¡Qué digo a 3.000 euros el folio!  No, no. A bastante más. Porque, digo yo, algo tendrá que ver Carlos Mulas, el alma mater de la Fundación Socialista, en tu nombramiento al frente del Instituto Cervantes en Suecia a 100.000 euros al año. ¿Y qué me dices de los más de 120.000 euros de subvención del Gobierno Zapatero para tus cortometrajes y conciertos?

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Una pena que tanta actividad creativa haya pasado inadvertida pero quédate con lo bueno. Con tu apoyo arriesgado y valiente a Carlos Mulas al precio de matar a Amy Martin. Cuentan las malas lenguas que ibas diciendo por ahí que no te gusta trabajar con gente fea. Tranquila, yo no me lo creo. No en alguien que se parte la cara para salvar la de su ex marido. Lástima que el tal Mulas, el mismo que te contrató, dijera que a Amy Martin solo la vio una vez. Ya lo siento Zoe. Ya siento lo de Amy porque a mí me había gustado lo de “secretaria de lo invisible”. Descanse en paz, Amy.

Y SALIÓ RANA 

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Cuando saltó  a la primera línea de la escena política  a más de uno le recordaba la figura del Príncipe encantador de la maravillosa “Shrek”.  Artur  Mas acababa de tomar el relevo a Jordi Pujol con la misión de gestionar un postpujolismo que arrancó con dos victorias insuficientes  en las urnas. Dos derrotas al fin y al cabo que alejaban del poder a CIU por primera vez en casi 20 años. 

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Con el paso del tiempo, aquel príncipe encantador  de nombre Artur Mas se ha convertido en un “friki” de la política. Un gafe con mayúsculas. Irresponsable, falaz, mediocre y político de vuelo bajo capaz de indignar a partes iguales a sus socios de coalición y a los Partidos más beligerantes contra el referéndum de independencia de Catalunya. Él no lo sabe, al menos todavía, pero muchos piensan que el único papel que le reserva la historia es el de tonto útil de quienes intentaron tapar sus corruptelas y vergüenzas. Un sherpa del verdadero independentismo  catalán encarnado  por un tipo con mucho más criterio . El líder de Esquerra, Oriol Junqueras,  engorda su perfil de estadista con una  actitud serena y sensata. Él sí lo sabe. Sabe que solo tiene que esperar a que las luchas internas en CIU acaben por desangrar el capital electoral de la coalición. Muchos votantes desencantados entregaran su voto a Esquerra que sin prisa y sin pausa sueña con el sorpasso y en convertirse en la primera fuerza catalana por obra y para desgracia de aquel Príncipe de viñeta convertido en rana. La rana Mas. 

SIETE MINUTOS Y MEDIO

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No bastan siete minutos y medio para despachar la mayor crisis institucional de la reciente historia de España. Ni Rajoy, ni los suyos han entendido que las andanzas de Bárcenas y el supuesto reparto de sobresueldos no es un caso más de corrupción. Es el gran caso de corrupción.   Mide mal el presidente del Gobierno  al limitarse a un puñado de rápidas y escuetas respuestas en la sesión de control del Congreso para despejar las dudas sobre el “caso Bárcenas”. El Gobierno, descolocado y grogui por la gravedad del asunto, no termina de percatarse del desánimo, pesimismo y desafección que han generado en la ciudadanía las andanzas con sobres repletos de billetes en la calle Génova. “El Intruso” echa de menos una mayor contundencia del presidente del Gobierno y anhela una única palabra de los dirigentes señalados.

 

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Basta que los Montoro, Cospedal, Acebes, Cascos y compañía cambien el tópico “no me consta” por un rotundo NO. La pregunta de si “fulanito” o “menganito” cobró en dinero negro  o en sobres no se resuelve con un ejercicio forzado de indignación. Se resuelve, señor Montoro, con un sonoro NO.  Ese NO despejaría dudas, devolvería la dignidad a cierta clase política y tranquilizaría a la opinión pública. Mientras la respuesta negativa no llegue, las sospechas seguirán aumentando para desgracia y vergüenza de todo un país.