El mismo día que uno de loshospitales más importantes de Cataluña suspendía una operación de cáncer porfalta de camas, el BOE publicaba 23 páginas que recogían el envío de decenas demillones de euros en concepto de ayudas a la cooperación internacional. Elmismo día que una veintena de pacientes del hospital de Bellvitge supieron quemeses de tratamiento se iban al traste por falta de presupuesto supimos, porejemplo, que cuatro millones de euros de los presupuestos del Reino de España sirvieronpara financiar, el último trimestre de 2011, un centro de cultura de indígenasen Perú.

El mismo día que nos enteramosdel aplazamiento de varias operaciones a enfermos graves en un gran hospital deuna de nuestras grandes Comunidades Autónomas conocimos que otros 4 millones deeuros de nuestros presupuestos se fueron a un programa de prevención de riesgosen la República Dominicana.

 

Echar un vistazo a esas 23páginas del Boletín Oficial del Estado del viernes 2 de marzo resulta casi obligatoriopara entender qué ha pasado en nuestro país en los últimos años. Un país dondese confunde solidaridad con despilfarro. Un país donde se ha gastado aespuertas. Un país donde se ha disparado con pólvora ajena. Un país dondeaeropuertos fantasmas se mezclan con obras inútiles mientras agoniza laatención sanitaria. 
La fiesta, nuestra fiesta, se acabó hace mucho tiempoaunque sea ahora cuando nos sorprende la cuantía de la factura.



Nuestros políticos piden que nosapretemos un cinturón donde apenas quedan agujeros y reclaman sacrificios a unaciudadanía que no entiende casi nada. Su desconcierto se plasma al abrir lapágina del BOE que nos ocupa. Abrir el Boletín Oficial del Estado es abrir undilema moral. ¿Podemos seguir siendo solidarios? ¿Debemos seguir siendosolidarios?. Y si es así…¿con quién?

NUESTRA PRENSA



Hubo un tiempo en que España copaba la portadade los diarios y revistas  másprestigiosos del mundo a golpe de las genialidades  de nuestros cocineros, actores, deportistas o artistas.  Era la época del milagro español. La portadadel pasado jueves en la que el “New York Times” recoge los graves incidentes deBarcelona simboliza el cambio en nuestro país. 

Pasamos de ser conocidos porFerrán Adriá, Rafael Nadal, Antonio Banderas o Plácido Domingo a serlo por macarras de medio pelo que ensucian a todoun colectivo estudiantil y, lo que es peor, a todo un país.  



Arde la calle al ritmo que imponen los másviolentos . Una panda de infiltrados en un colectivo, en general, pacífico ysensato. Los titulares de las protestas contra los recortes no fueron, enmuchos casos, para las decenas de miles de chavales que se echaron al asfaltopara defender una Educación pública y al tiempo engordar su experiencia vitalante los herederos de los “grises”. 

Los grandes titulares fueron para ese grupode “valientes” que quemaron coches y contenedores, arrasaron el mobiliariourbano  y asaltaron alguna sucursalbancaria. Enfundados en sus capuchas se hacen llamar “antisistema” . Ocultan surostro para esconder su mediocridad intelectual. Más que antisistema son gruposanticonvivencia.  Un insulto al sentidocomún. 
España “flirtea” con el desastre mientras parte de nuestra prensa olvida la razón de ser de un medio de comunicación: el respeto a la verdad.
Urge ya unareflexión acerca del papel de la prensa en un momento decisivo para el futurode más de una generación. Convertir el legítimo derecho a una línea editorialdefinida en una información “de Partido” aumenta la confusión y contribuye aldesprestigio de una profesión cada vez más cuestionada y menos respetada. 
Tantodaño hace el periodismo de trinchera en tiempos de crisis como losirresponsables reproches y acusaciones que se cruzan el Partido que nosgobierna y el que algún día volverá a hacerlo. ¿Es mucho pedirles un poco decordura? ¿Cuesta tanto “hacer equipo” para evitar el naufragio?


Os dejo con mi recomendación musical de la semana. Sígueme en twitter @intruso_el