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Al hombre llamado a convertirse en actor principal y casi único de la política española le están haciendo el trabajo sucio. PP y PSOE se desangran en una agónica guerra civil mientras Albert Rivera se consolida como el gran tapado del escenario. Engorda su capital de potenciales votantes y observa como Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal de un lado y Pedro Sánchez y Susana Díaz de otro dilapidan su prestigio y la marca de sus partidos en peleas cainitas que dejarán heridas y cicatrices durante años. Rivera ha traído frescura a la vida política y ha demostrado que a veces lo que parece difícil es lo más sencillo. El manual de un buen político,- traicionado hasta ahora por todos los que viven de ese arte-, simplifica las cualidades de quien se dedica a este menester. Honestidad, sinceridad, claridad, valentía, agilidad y reflejos son las cualidades más apreciadas por los votantes. Algo despreciado durante años por las cúpulas de los dos grandes Partidos que intentan recuperar el terreno perdido a golpe de mitin de fin de semana. Demasiado tarde.
Esas cualidades las aglutina un tipo que desmonta tópicos con una naturalidad pasmosa. Albert Rivera va camino de convertirse en el catalán más importante desde hace décadas. Tendrá poder y será vicepresidente del Gobierno de España si así lo desea. Y lo que es más importante, tendrá influencia en Comunidades y Ayuntamientos donde marcará las lineas rojas que decidirán quien ejerce el papel , muchas veces olvidado, de representante y garante de la ciudadanía. Rivera va ganando metros en el sprint final de los comicios municipales y autonómicos con la mirada puesta en las elecciones generales de finales de año y consciente del papel que podrá y deberá jugar.
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Está en racha pero no debería fiarse porque sus enemigos ya no le perciben como ese joven falto de complejos capaz de desnudarse y plantar cara, a pecho descubierto, a los talibanes del nacionalismo catalán. Rivera ya no es gracioso a ojos de sus rivales porque se ha mutado en amenaza y eso debería ponerle en guardia ante posibles e inminentes campañas de desprestigio tanto políticas y mediáticas. Es el hombre a batir con los pros y los contras que supone esa apreciación.

apoliticosriveDebe saber también que el calendario se ha convertido en un arma de doble filo. El tiempo pasa demasiado deprisa y le faltará para lograr el objetivo que se esconde detrás de esa mirada que oculta una ambición. La de presidir el Gobierno de España. Hace algunos años Felipe González perdió ante Aznar y masculló su derrota con una frase lapidaria “Me han faltado dos semanas o un debate para ganar”. A Rivera quizás le falten algunos meses para lograr su ansiado El dorado.