Una sociedad que se enorgullece de la falta de respeto tiene un grave problema. La monumental pitada al himno de España en la final de la Copa del Rey esconde el complejo de buena parte de un pueblo que necesita el odio para vivir. Pitar al himno de España no es un delito, es verdad, solo es una vergonzante falta de educación amparada, tutelada e impulsada por la cobardía moral de un mediocre grupo de políticos que ha hecho de Catalunya su corralito. La imagen del president Mas esbozando en el palco una sonrisa cómplice y complaciente con el akelarre soberanista es una de las escenas más ruines y rastreras que pueda protagonizar un servidor público. Su deslealtad retrata la inanición moral y la incoherencia política de alguien desnortado y sin rumbo. Alguien que pasaría un mal trago si tuviera que enfrentarse a la pregunta que brota al ver la infame escena. ¿De qué te ríes Artur? ¿De qué?
EL LABERINTO DE RAJOY
El personaje ya es consciente de su laberinto. Esta vez no basta con mirar a otro lado y aplicar la vieja receta liberal de “laissez faire et laissez passer”. “Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo”. El brillo del axioma que ha acompañado a Mariano Rajoy durante años funcionó durante mucho tiempo antes de apagarse con un sonoro bofetón electoral el 24-M. El varapalo al Partido Popular es algo más que un castigo puntual a la formación que mayor cuota de poder ha acumulado en la historia de España. Es más que un aviso a navegantes y una señal de alarma. Es la antesala de un deterioro paulatino que recuerda al desmoronamiento de la extinta UCD cuando dilapidó una mayoría holgada en 1982 antes de disolverse como un azucarillo.
El viejo PP de Rajoy y los suyos está atrapado entre la nostalgia y añoranza de tiempos pasados que siempre fueron mejores y el vértigo de un futuro incierto si no se extirpa el cáncer político que corroe al Partido. El presidente del Gobierno es el máximo responsable de la pérdida de alcaldías tan relevantes como Madrid , Valencia y Valladolid porque fue él quien dio el placet a rancios políticos solo capaces de movilizar al electorado para votar contra ellos. A regañadientes, hará cambios que , por lo que poco que sabemos, no serán sucientes para evitar el enésimo desastre después del desastre. Quizás el problema está en quien debe aportar la solución.
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