La investigación no es sencilla. Los agentes reconocen que están ante un tipo (o tipos) meticuloso que no arriesga más de la cuenta. Ha establecido un método que de momento le funciona. Actúa en una zona en la que no hay cámaras, narcotiza a las niñas para que no recuerden (no por humanidad sino para que no den pistas) y las baña para borrar restos biológicos. El jefe superior de la Policía de Madrid, Alfonso José Fernández Díaz, lo define como «una persona que actúa en serie y de forma intermitente».

El 9 de abril raptó a una niña de 9 años en el parque de San Juan Bautista. Apareció cinco horas más tarde aturdida en una boca del Metro de Canillas. Este mes de junio se llevó a una niña de 6 años de origen chino y la devolvió cuatro horas después en la calle Jazmín en estado de shock. Pero la policía investiga también si su primer secuestro fue en noviembre. Ese mes, y en la misma zona, fue secuestrada otra niña de origen latinoamericano de 8 años. También apareció adormilada. Descartan sin embargo que tenga que ver con el intento de rapto el pasado 28 de mayo de un niño a la altura del número 578 de la calle Alcalá.
Faltan imágenes que permitan establecer un retrato robot fiable. Los agentes han llegado a trabajar con varios perfiles, uno de ellos un hombre de mediana edad, español y sin rasgos físicos especiales. Un «individuo muy normal» según fuentes de la investigación, lo que complica aún más atraparle. Se encarga de la investigación el Servicio de Atención a la Familia, que integra el Servicio de Atención a la Mujer y el Grupo de Menores (GRUME).
Los agentes tienen claro que hay que encontrarle, hay que evitar nuevos casos, hay que evitar que pueda ir más allá con la próxima víctima. Imagino el estrés de un trabajo así, el sentido de la responsabilidad de cada uno de esos hombres y mujeres, con hijos o sin hijos, pero entregados a «cazar» a la fiera. Gracias por vuestra tarea, no os rindáis y mucha suerte.
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