Penséque el particular día de la infamia enEspaña ya se vivió el 11 de marzo de 2004 cuando un puñado deterroristas reventó nuestros trenes yla vida de casi 200 personas. Creí que nada, ni nadie, sería capaz de ultrajar el simbolismo de lafecha y mucho menos de pisotear la memoria de las víctimas. Lo pensé hastaayer. Ingenuo.
Nocontaba con la actitud abyecta de unos líderes sindicales que destilan odio eincompetencia a partes iguales. Hacercoincidir las protestas contra la reforma laboral con el octavo aniversario delatentado más sangriento de nuestra historia es, cuando menos, miserable.
Un insulto a las familias de lostrabajadores -sí, trabajadores-, que sedejaron la vida en esos trenes y un mayúsculo error de cálculo.
Sólo los sindicalistas de carné- y porsuerte no todos-, podrán justificar la elección de una fecha que suena arabieta de mal perdedor y a huida hacía adelante.
Alguiendebería decirles a los dirigentes sindicalesque presumen de poder incendiar la calle, a aquéllos a quienes se les hincha le vena aorta mientras gritansus bravuconadas, que se equivocan.
Echándose a la calles el 11-M pierden eljuicio y, lo que es peor, dilapidanlos legítimos argumentos que justificarían sus protestas.
Es muy probable que la mayoría de lapoblación piense que las centrales sindicales tienen razones en su rechazo a lareforma laboral. Y es casi seguro, queesa misma mayoría rechace convocar unamanifestación en una fecha tan dolorosa como el 11-M.
Cuestacreer que no haya nadie en su entorno capaz de levantar la voz contra quienesllevan al suicidio colectivo a los grandes sindicatos de nuestro país. Se hacedifícil aceptar que las bases callen y otorguen mientras un grupo de iluminadosse dedica a salvar sus muebles y a perpetuarse en el poder.
Elegir la fecha del11-M para “calentar motores” hacia una huelga general atenta contra el sentidocomún, añade dolor al dolor y supone un pasaporte al fracaso del paro generaldel 29 de marzo al que intentan impulsar.
Capítuloaparte merece la actitud del partido que llegó al poder tres días después delsalvaje atentado. Se equivocan los sindicatos y cae en la trampa el PSOE. Seenfanga echándose a la calle el 11-M, detrás de la pancarta de Méndez yToxo, y potencia la imagen de unaformación irresponsable empeñada en echar gasolina al fuego.
Una formaciónempeñada en perpetuarse en la oposición y en adelgazar el poco poder queconservan. Todo un “hara kiri”.
LATORMENTA PERFECTA
Cincomillones de parados, una Economía en recesión, el déficit por encima del 8 por ciento. Sólidas excusas para la tormenta perfectaque se avecina y que aprovecharán quienes nos gobiernan para meternos envereda. A quien hace 10 años hablara de pagar por ir al médico le hubierantachado de loco. Quien lo dijera hace 5 años pasaría por irresponsable. A quienlo sugirió hace un año ya le tomaban un poco más en serio. Han allanado elcamino -sin prisa y sin pausa-, para tomar la decisión amparados en laimposibilidad de que cuadren lascuentas.
Rebajarel déficit sólo es posible aumentandoingresos o reduciendo gastos. Lo primero ya se ha hecho y lo segundo a medias.Los recortes son insuficientes sin tocar las partidas de Educación y Sanidad.El día 30 de marzo Mariano Rajoy dará el tajo más salvaje de la historia deEspaña.
Y ese día comenzará la cuenta atrás para el copagosanitario. En mucho menos de lo que creemos pagar por ir al médico serátan normal como hacerlo por aparcar en el centro de las ciudades. Y si no, altiempo.
LA “GALLARDONADA” O EL JARDÍN DE GALLARDÓN
Menos mal que era el más “progre” entre los conservadores. Menos mal que era el más abierto y tolerante en las filas de la derecha española. Las declaraciones de Alberto Ruíz Gallardón a propósito del aborto son propias de la derecha más extrema. Las hubieran firmado, con sonrisa “profidén”, los miembros más destacados del ultraconservador “Tea Party” norteamericano.
No sé en qué pensaba el ministro de Justicia cuando entró en un jardín del que salió malparado con una frase que le marcará y que arruina años y hasta décadas de trayectoria política centrada.
Sentenciar que hay mujeres que abortan víctimas de una violencia de género estructural es falso, cínico, irresponsable y retrógrado. Su argumento sólo vale para casos muy aislados y un ministro no está para gobernar para las minorías .
Por suerte para la gran parte de la población, las mujeres españolas tienen -al menos lo tenían hasta la fecha- el derecho a elegir y decidir. Nada, ni nadie, las obliga a pasar por un quirófano. Bastante tienen con tomar una decisión que no siempre resulta fácil. Si la intención de esta “gallardonada” era hacer ruido lo ha conseguido. Si el objetivo era convencer a la opinión pública de las ventajas de reformar la Ley del Aborto el tiro le ha salido por la culata. Gallardón debería saber que por mucho que le guste salir en papeles y periódicos los fuegos de artificio no le benefician.
Ahí va la recomendación musical de la semana.
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