Voy a arriesgar. «El Intruso» se desmarca de todos aquellos que esperan un debateinsulso, aburrido y falto de contenido. Se enfrentan dos buenos oradores -finos estilistas en al argot pugilístico-, que no van a dar descanso. Uno a sulengua viperina. El otro a su ironía. Espero 90 minutos intensos y directos.Uno -Rubalcaba -, está obligado a atacar porque tiene todo perdido. El otro -Rajoy-, podría conformarse con aguantar el chaparrón y dejar que el relojavance. No creo que lo haga. Los dos saldrán a cara de perro.
El gallego parte con ventaja y no sólo la que le otorganlos sondeos. El primer golpe lo ha dado su equipo de campaña al pactar un caraa cara que empezará con 20 minutos -¡20! -, hablando de economía y empleo. Yhoy hablar de economía es hacerlo de cinco millones de parados, de un país quebordea el rescate, de unas familias que las pasan canutas para llegar a fin demes, de unos empresarios -sobre todo los pequeños-, que tienen cerrado elgrifo a los créditos.
El cara a cara comenzará con los papeles cambiados. Quientiene que atacar no podrá hacerlo porque escuchará -una y otra vez-, elargumento de la herencia política de los cinco millones de desempleados.
«Esta es la España que nos dejaZapatero».
La de tres parados nuevos cada minuto, le replicará el rival.
Rubalcaba no podrá salir al ring atacando en tromba como le gustaría. Si acasoechará en cara a su rival la falta de propuestas. Buscará las tablas en elasalto económico ante un Rajoy que está ante su gran oportunidad. Puedeafrontar el debate como un mero trámite en un viaje acomodado a La Moncloa ohacerlo arriesgando para entrar en Palacio por la puerta grande.
El candidatodel PP tiene una ocasión única -y sabe que no habrá más-, para quitarse deencima el sambenito de político timorato, acomplejado y falto de carisma. Tieneuna ocasión irrepetible para demostrar que sabe y le gusta jugar al ataque.
El primer asalto debe ser suyo y el segundo deRubalcaba. 15 minutos por candidato para hablar de políticas sociales. Ahí, echará el resto el cántabro del PSOE.Tras un descanso de 12 minutos saldrá a por todas. Sabe que es su única opciónde la noche. Castigará a Rajoy y buscará el KO.
Echará mano de hemeroteca parahablar de Sanidad y Educación. Reprochará la falta de claridad del candidatopopular en asuntos como la Ley de matrimonios homosexuales o el aborto.Recurrirá al cuento de «caperucita» para advertir de la llegada dellobo que todo lo recorta. Ganará este asalto y esperará inclinar la balanza enel tercero.
De los dos últimos minutos -la intervención final-,sólo espero algo más sólido de lo que ofrecieron los candidatos hace cuatroaños. Espero que Rubalcaba invente algo menos peliculero que el «buenasnoches y buena suerte» de ZP. Y espero que Rajoy busque algo menos ñoñoque su famosa niña. Pero sobre todo, espero un gran debate porque -gane quiengane-, alguno de los dos tendrá quesacarnos de esta. Aunque sea a «cara de perro».
Bien por las marcas que han retirado lapublicidad de «La Noria». Mal por quien preso de la soberbia yvanidad que lamina nuestro periodismo reacciona con altanería y malos modospara justificar lo que nadie sensato y de buena fe entiende. Dice JordiGonzález que ha sufrido un linchamientoy sugiere que lo único que ha hecho es defender la libertad de expresión. ¿Lalibertad de expresión? Déjanos amigo gestionar nuestra propia libertad yrespeta la de quienes, en los medios convencionales y en las redes sociales-,critican la actitud de «La Noria». ¡Ah! Y no han cobrado por ello.
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