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El tipo que ha llevado al desastre sociológico a su patria catalana gana tiempo y salva las muebles con un pacto de trileros sobre la consulta independentista. Poco le importa a Artur Mas que la sociedad catalana ya sufra la fractura en las comidas familiares de los domingos o en las cuadrillas de amigos. Mas se metió en un buen lío y en su irresponsable huída  hacia adelante hará pagar las consecuencias a varias generaciones de catalanes marcados por el odio fomentado desde la propaganda nacionalista. Lleva el órdago hasta las últimas consecuencias y entrega su alma al verdadero líder del proceso soberanista que ya cuenta los días para apoltronarse en el Palau de la Generalitat. La jugada del todavía president, la jugarreta más bien, sólo puede terminar con la negativa del Parlamento español a autorizar la consulta y la convocatoria de elecciones anticipadas en Catalunya para mayor gloria del «florentino»  Junqueras que capitalizará todo el voto independentista. Resulta extraño y curioso a la vez que nadie le haya explicado a Mas que su papel en esta obra es el de «tonto útil» y «muletilla» de un político con mucho más talento y capaz a de esconder su radicalismo de lobo estepario en un traje de cordero. Mas convocará elecciones,  las perderá, gobernará Esquerra Republicana y ahí empezará el problema de verdad. Lo vivido hasta ahora son sólo fuegos de artificio si la alterativa pasa por un Junqueras que sólo atisba un escenario pase lo que pase y vote lo que se vote.

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El líder de Esquerra sólo acepta la independencia a cualquier precio. No le importa sacarla adelante aunque la mayoría  de catalanes dicte lo contrario.  No necesita un referéndum con una participación masiva, le basta el 30 por ciento, y por supuesto le vale que sólo la mitad más uno de los pocos que acudan a las urnas digan sí al Estado propio.  En definitiva, Junqueras quiere irse aunque sólo uno de cada tres catalanes le secunde en su locura. La prueba de que en su batalla no hay normas es la doble pregunta trampa planteada para desorientar, engañar y manipular a la sociedad catalana. Es tan burda que hasta parecería sólo una broma de mal gusto si detrás no escondiera montones  de frustraciones y problemas.

 LA PROPAGANDA

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Ni Artur Mas es Adolf Hitler, ni CIU es el Partido Nazi. Es tan evidente es que la comparación no se aguanta como el hecho de que el aparato de propaganda convergente se parezca cada vez más al universo goebelsiano experto en repetir mentiras para hacerlas pasar por verdades. El simposio  “España contra Catalunya” es una soberana payasada y el mayor ejemplo de que la mediocridad intelectual y de que la mala fe no tienen ni arreglo, ni límite. El señor Mas ha puesto en manos de un puñado de “pesebreros” a sueldo de la Generalitat un Congreso que fomenta el odio y retrata a unos ponentes que desacreditan el concepto de rigor y la profesión de historiadores. El simposio del odio era un error y estaba abocado al completo fracaso de no ser por la actitud ingenua de PP, UPyD y Ciutadans. Acudir a la fiscalía para prohibir el simposio sólo fomenta el victimismo del independentismo catalán. Y en eso auténticos maestros.