Por Olga Gutiérrez.

Dos hijas, tres nietas y una bisnieta y ninguna hemos conseguido cumplir uno de los sueños de mi abuela: que alguna de nosotras luzca una manicura perfecta. Mis uñas durante años han sido como sierras. Fruto de la combinación de nervios y una afilada dentadura. Pero quería empezar el verano con el compromiso de que mis manos y mis dientes se mantuviesen a una distancia prudencial.

 

Ni las guindillas, ni el vinagre ni algún que otro manotazo que me ha caído, nadie me ha ayudado a acabar con mi mal hábito. Así que cuando estaba a punto de esposarme las manos a la espalda, recibí un email premonitorio: mycelebrityskin me había seleccionado para participar en un taller de manicura de la marca colombiana Masglo. ¿Sería una señal?

El único problema era que para  poder disfrutarlo faltaba una semana… una larga semana…

 

 

A falta de uñas que morder, porque debía llevar unas manos mínimamente decentes al taller, me dediqué a comer pipas con sal. Tras siete días tenía unas manos impecables y los labios del tamaño de dos neumáticos. Daños colaterales.

Me planté en el centro Twentynails dispuesta a firmar antes de salir de allí un pacto de no agresión entre mis uñas y yo.  Aprender a hacerme la manicura sería la clave.

Una servidora siempre ha sido más de teoría que de práctica. Mis apuntes estaban claros, mi destreza no tanto.

Paso 1.  Desmaquillar la uña.  Sencillísimo.

Paso 2. Limar. Siempre en la misma dirección y prestando atención a las esquinas de la uña. Esto que parece tan simple no lo es. No tanto por lograr que una uña quede bien si no por conseguir que todas queden igual.

Paso 3. Aplicar el aceite regenerador de cutículas. Masajear. Empujar las cutículas con un palito de naranja. Cortarlas usando un arma blanca: el cortacutículas.

 

En cuanto lo ví sabía que no nos llevaríamos bien. Como he dicho, siempre he sido más de teórica que de práctica. Esa herramienta y yo no congeniaríamos. Conserve mis diez dedos, así que la primera toma de contacto no fue tan mal.

Paso 4. Hidratar y aplicar un base que permite proteger la uña y al mismo tiempo tratarla. En mi caso usé la base para tratamiento uñas mordidas.

Paso 5. Esmaltar. La gama de colores de Masglo me apasiona. Vibrantes, con fuerza, preciosos. En mi caso elegí este (que además combinaba a la perfección con mi falda).

Aplicar el esmalte no se me dio del todo mal. No soy Dalí, sino más bien Manolo y Benito pero el resultado no fue catastrófico…

 

Prueba superada: una abuela feliz con mis manos de señorita.