Ha nacido o está a punto de hacerlo el hombre que destrozará uno de los grandes debates del atletismo moderno. Este tipo delgaducho, fibroso, de andar desgarbado, sonrisa melancólica y raza negra está llamado a correr un maratón por debajo de la mítica barrera de las dos horas. Es decir, será capaz de realizar un sprint de 42,195 kilómetros a un ritmo de 2:50 minutos por km. Cualquier runner que se haya dejado el alma en los entrenamientos con series de 1.000 metros a 3:30 ó 3:40 puede imaginar la grandeza de un mayúsculo desafío cuestionado por no pocos científicos, estadísticos y hasta atletas de nivel. Ellos sostienen que el límite humano que ha dejado el récord del mundo por debajo de las dos horas y tres minutos está muy cerca. Creen difícilmente mejorable rascar segundos a un crono que se apagó en el último maratón de Berlín en 2:02:57. La visión es realista pero se olvida de una variable fundamental en cualquier reto humano y es que los sueños están para cumplirse y en este caso quien va a soñar no es solo un corredor.
En tierras de Etiopía o Kenia hay un inmenso ramillete de hombres capacitados para ganarle segundos a la gloria. Ellos saben que solo uno va a entrar en la historia por mucho que vayan cayendo los récords del mundo maratón a maratón. Un ejemplo, la mayoría de integrantes del Universo Runner sabe que Carl Lewis fue el primer atleta en bajar de diez segundos en los 100 metros y que Bubka fue el primer hombre en saltar por encima de los seis metros con una pértiga.
También saben que quien saltó 8,90 en salto de longitud se llamaba Bob Beamon pero esa gran mayoría desconoce quien posee los actuales récords del mundo en esas pruebas. La gloria se quedó con Lewis, Bubka o Beamon y espera al maratoniano capaz de mejorar en cinco segundos por kilómetro el récord del mundo. Los pesimistas dicen que es imposible, los optimistas pensamos que hay margen por mucho que parezca una quimera. El gran número de atletas capacitados para correr a ese nivel, las mejoras en la alimentación, los avances en el material y la mayor profesionalización de los planes de entrenamiento ayudarán a mejorar la competencia entre los elegidos y acercarán al hombre a ese momento histórico. No será cuestión de un año, ni siquiera de cinco pero lo veremos.
El último “bocado” al récord el mundo fue de 26 segundos cuando ya se pensaba que era difícilmente mejorable. El debate en 2015 no es si el hombre bajará o no de las dos horas en maratón. La gran incógnita a resolver es saber cuando se producirá y como se llamará el elegido. El lugar es lo de menos pero el “plato” de Berlín, ese escenario llano hasta el aburrimiento, tiene todas las papeletas.
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