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Dos mujeres que se odian son muy peligrosas. Si además son políticas y tienen poder son una bomba de relojería allá donde pisen. Hace mucho tiempo que Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría se tienen ganas. Afilaron sus dagas cuando se sentaron a derecha e izquierda de su padre político y las pasean siempre que pueden. La última semana ha sido de cuchillos largos ente estas dos mujeres que se disputan poder, gloria y un futuro incierto. El entorno de la vicepresidenta movió sus fichas para filtrar el descontento por la política de comunicación del Partido y de paso cuestionar la gestión de la número dos del PP. Cospedal contestó y tiró de huestes y gente de confianza en Castilla -La Mancha para dejar un recado a Soraya, Arenas y todos aquellos que la intentan poner en el disparadero. No dejó pasar la ocasión de recordar que la sonrojante derrota en Andalucía es responsabilidad de quienes apostaron por un candidato bisoño que se fogueó sobre la marcha sin llegar a tiempo. Cospedal apuntó y disparó contra el tándem Soraya-Arenas.

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Mal lo tiene que ver Mariano Rajoy para reunir a los 600 integrantes de la Junta Directiva del PP dada su probada alergia por este tipo de citas. Mañana hervirá Génova en el reencuentro de quienes se cruzarán miradas de reproche, desconfianza y resignación por el batacazo que fue, Andalucía, y los que están por venir en las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo. La tropa popular respira moral de derrota atrapada por las encuestas que no auguran nada bueno y por unos dirigentes que no han sabido o no han podido hacer una lectura correcta del tablero político. Entre la militancia del PP, entre sus cargos municipales y entre buena parte de la dirección va calando la idea de que la reacción a otras formaciones ya convertidas en fenómenos sociológicos ha sido mala y tardía. Y lo que es peor, cobra fuerza la idea de que el problema para las próximas citas no son solo algunos candidatos. El problema, mucho más serio, es que buena parte de la sociedad española cuestiona la propia marca electoral del Partido Popular. Lejos de ser garantía de éxito, las siglas y el logo del PP con su gaviota se han convertido en una remora para alcaldes y altos cargos. Rajoy pretende asumir ahora las riendas de una crisis de liderazgo y comunicación que amenaza con llevarse por delante un proyecto político que presenta la recuperación económica en el haber y la corrupción no resuelta en su debe. aplasma1364860219_740215_0000000000_noticia_normal

El presidente , tan dado a dejar que los problemas se mueran de inanición, no debería mirar a otro lado esta vez porque mire donde mire tendrá un serio problema. A un lado estará Soraya y muy cerca Arenas. Al otro Cospedal y de frente Esperanza. Mire donde mire algo tendrá que decir. Con o sin plasma tendrá que retratarse en otra semana más de cuchillos largos.