No me lo había planteado antes. Pero llegué a Washington y ví a tanta gente haciéndolo en mi barrio que pensé:»por qué no». Dicen que engancha, da energía, es al aire libre y ¡gratis!. Así que se lo propuse a una amiga y empezamos. El primer día no podía con mis piernas. A los 10 minutos ya sentía agujetas. Pero luego…
Luego repetí y volví a repetir. Cada día era mejor porque aguantaba más y superaba pequeños retos y sí, me sentía bien. A los seis meses corrí mi primera carrera de 10 millas/16 kms. LLegué a meta y no hice mala marca. 

 

 Y sigo…hasta que un reportaje en el suplemento de The New York Times me ha hecho proponerme otro reto y no de velocidad. El objetivo es aprender a correr bien, como cuando éramos niños.

 Lo cuenta Christopher McDougall, un muy entendido y estudioso corredor, autor del libro «Born to run»(Nacido para correr). Sostiene que nos hacemos daño cuando corremos y se producen tantas lesiones-un 79% de los corredores las sufren al año- porque lo hacemos mal. Ya podemos gastarnos el sueldo en las mejores zapatillas que poco o nada protegen nuestras articulaciones.  Y da datos sobre estudios muy serios que no encuentran evidencias de que un mejor calzado deportivo nos libre de caer lesionados.

 
 

El secreto del éxito está en nuestros propios pies y en nuestra técnica. En hacer las cosas de una forma más natural y suave. Recuperar lo que sabíamos hacer de pequeños. Y la clave  es, según Christopher, dar bien los pasos cuando corrermos. Es decir, al dar la zancada, aterrizar sobre los dedos, no sobre el talón como hacemos la mayoría cargando innecesariamente articulaciones y músculos.

 
Importante también combinar brazos y piernas. Y casi mejor, añade, hacerlo descalzo. Aquí teneis un mini cursillo de cómo empezar a hacerlo bien.

 

Si corrieramos así, evitaríamos hacernos daño y nos costaría menos esfuerzo, según McDougall. Os aseguro que lo estoy intentando. Al principio cuesta porque la inercia de correr «mal» es muy fuerte, pero sí he notado que cuando lo corrijo, me noto algo más ligera aunque no es fácil. Me sale enseguida la ténica equivocada. Veremos.

Christopher McDougall aprendió de los indios Tarahumara, en México. Una tribu muy acostumbrada a correr grandes distancias de millas y millas. Estuvo con ellos, aprendió y terminó haciéndolo como ellos. Y al parecer, correr descalzo ayuda más a conseguirlo. Los Tarahumara lo hacen sin zapatillas, o como mucho, llevando unas sandalias de cuero y tiras.
 

En nuestro mundo moderno y sofisticado, tenemos ahora las «barefoot», unas zapatillas que simulan que vas descalzo pero protegido.

 

 

Y la publicidad de estas marcas insiste en la misma idea que Christopher McDougall. Estas zapatillas mueven un negocio de mil setecientos millones de dólares y aquí en USA se han convertido en lo más cool de lo cool.

Claro que nuestro experto también insiste: no hay que dejarse llevar por cantos de sirena. No hay zapatillas inteligentes. Hay pies inteligentes, remata. Te puedes poner las «barefoot» o motores en los pies, que si no lo haces bien, terminas mal. Lógico ¿no? pues a probarlo…y me contais. Suerte.