Sólo el «paseíllo» del mítico José Tomás en la última corrida de la Monumental de Barcelona había levantado tanta expectación mediática como el provocado por la llegada de todo un Duque a los juzgados de Palma.
¿Irá en coche para evitar males mayores en una faena de aliño o se atreverá a recibir a porta gayola a quienes preparaban un recibimiento más propio del tendido 7 de Las Ventas en las tardes de úlcera sangrante?



El juez cedió y dio la oportunidad a Iñaki Urdangarin de acceder a sede judicial parapetado en un vehículo.
El Duque estuvo valiente y arriesgó en el primer quite al decidir caminar los últimos metros y citar al morlaco de la prensa. Paró y templó para soltar una larga cambiada. «Vengo a a aclarar la verdad y a defender mi honor», aseguró.

La puesta en escena estaba preparada al milímetro por los asesores de Urdangarin. El modesto coche elegido para acercarse a los juzgados, la porte de un Duque metido al papel de un ciudadano más, su comportamiento exquisito, educado y respetuoso durante el interrogatorio. Su temple ante las embestidas de la fiscalía. Todo muy atado para una jornada donde sólo cabían dos opciones para el diestro.
O salía por la puerta grande o por la enfermería.
Y hay tardes en que el torero, -por muy motivado que esté-, no puede con el morlaco cuando el animal pesa más de 600 kilos y es astifino. La que nos ocupa era una de esas faenas donde necesitaba «arrimarse» a riesgo de ser volteado y corneado. Y pasó lo que tenía que pasar.
Que aunque Urdangarin miró para otro lado y apuntó a su socio, el «animal» vio el engaño y embistió donde más duele.
Hay nuevas tramas que salpican al yerno del Rey.
Hay nuevos datos que sacan a la luz los nombres de Camps y Barberá.
Hay una sensación cada vez más flagrante de que lo peor no ha hecho más que empezar.



Urdangarin saltó al ruedo dispuesto a cortar las dos orejas y el rabo y acabó en la enfermería. Falta saber la gravedad de la cogida pero a nadie se le escapa que a Palacio ya han llegado las primeras noticias. «Majestad, esto tiene muy, muy mala pinta».

NO SABEN GANAR



Hay algo mucho peor que no saber perder. No saber ganar resulta mucho más ruin y rastrero y los tipos que se arrogan la representación de la patronal más rancia dan fe de ello. Tienen la reforma laboral que anhelaban pero no les basta. Las declaraciones de los dirigentes de la CEOE una vez que el Gobierno bendijo la norma que permite despedir con 20 días por año trabajado les retratan.

Primero fue la reflexión sobre la movilidad laboral con destino final a Laponia y después la brillante idea de que el parado que rechace una oferta laboral pierda de inmediato la prestación por desempleo. Al ínclito José Luis Feito, – el hombre de la CEOE que se quitó la careta-, le da igual que la oferta para encofrar en un polígono de Burgos sea para un cirujano, ingeniero, arquitecto o biólogo.



El tal Feito ha recuperado un perfil que parecía desaparecido cuando en realidad sólo estaba dormido. El del viejo empresario,- desparramado en el sofá-, con oronda barriga y puro en la boca. Son lentejas amigo, ya sabes, si quieres lo coges y si no a tu puta casa debió pensar. Le pueden las ganas de humillar al vencido al despreciar no solo a los profesionales que buscan el trabajo perdido. También desprecia al pequeño y mediano empresario, al emprendedor que se juega sus cuartos y que busca a los mejores profesionales para su negocio y no al primero que pase por allí.

El Intruso pensó , -en un ataque de ingenuidad-, que el tal Feito era sólo un verso suelto en el universo de la patronal. Le curó de espanto el propio patrón de patronos al dar una nueva vuelta de tuerca.



Dice Juan Rosell que milagrosamente los parados encuentran trabajo un mes antes de que termine la prestación.

La frasecita tiene su miga y hasta podría hacer gracia de no vivir en un país con cerca de cinco millones y medio de parados. En un país con más de un millón de hogares donde nadie trabaja. En un país donde cada mes se producen cientos de desahucios. En un país donde hombres y mujeres que peinan canas se ven obligados a volver a casa de sus padres en muchos casos con bebés bajo el brazo y en otros con adolescentes a punto de entrar en la Universidad. Ya quisieran los millones de parados de este país, -señor Rosell-, encontrar trabajo el día después de pasar por las oficinas del INEM. Ya quisieran

ALGO MÁS QUE UN CALENTÓN



Se les fue la mano y se les calentó la boca. La borrachera de poder del Gobierno va más allá de la toma de decisiones a golpe de Decreto para sacar adelante leyes más o menos cuestionables. La burda respuesta policial a las movilizaciones de los estudiantes valencianos es de una torpeza que raya la estulticia.

Ordenar mano dura contra un grupo de chavales que protestan por la falta de calefacción en el Instituto es,- además de una estupidez política-, una concesión a los grupúsculos radicales y antisistema que envenenan unas manifestaciones tan ingenuas como refrescantes y necesarias para nuestra sociedad.



La carga indiscriminada en la que reciben porrazos tanto chavales de buena fe como macarras reconvertidos a ideólogos de nuevo cuño beneficia sólo a quienes aspiran convertir la calle en un polvorín. La actuación de la Delegación del Gobierno y la del ministro del Interior fue tan desastrosa como patéticas resultaron sus explicaciones. El ministro pasó de reconocer algún exceso policial a matizar que se refería a los excesos de los radicales. Una marcha atrás sonrojante.

Nadie duda de que la Ley está para ser cumplida y de que el Gobierno y la Policía están obligados a mantener el orden. Hay dos formas de hacerlo: con sentido común o a sangre y fuego. Optar por la segunda vía parece poco inteligente en los tiempos que corren porque da alas a los grupos violentos. Harían bien los estudiantes en desmarcarse rápidamente de esos radicales,- fascistas del siglo XXI-, que acaban acosando las sedes del PP al grito, precisamente, de fascistas. El tufillo político canta y huele demasiado.



La intervención policial resultó tan absurda como sobrepasada la reacción de algunos sectores que califican lo ocurrido de primavera valenciana . Comparar las protestas por la falta de calefacción en las aulas con la lucha por las libertades en países gobernados por sátrapas es un insulto para los protagonistas de la verdadera primavera. La que se alumbró en Egipto, Túnez, Libia o Siria donde los muertos se cuentan por centenares. Y es que de la porra a los tanques hay un abismo.


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