Mal asunto cuando la política se adueña del Deporte. Y peor cuando busca la fibra menos sensata y más racial de la plebe. La proliferación de banderas independentistas en un clásico en respuesta al arrebato de los hooligans de la clase dirigente es una pésima noticia para un país tambaleante. No por las banderas esteladas ,- algo legítimo-, sino por la utilización espurea y partidista de quienes teóricamente cobran para hacer más cómoda la convivencia de aquellos a quienes gobernan.

 El clamor de las gradas del Camp Nou , con un mosaico en versión senyera inédito hasta la fecha, tendrá su cumplida réplica en el estadio de su gran rival cuando la tropa culé rinda visita al Bernabéu. Instalados en el «yo soy más fuerte que tú» quemaremos , paso a paso, las reservas de convivencia acumuladas durante  30 años. Y entonces, al borde del incendio, será difícil o imposible encontrar la versión política de Casillas o Xavi. Costará encontrar un tipo con «seny»  capaz de  poner orden en este desaguisado. 

MÁS VALE TARDE

 

 

Llega tarde pero llega al fin y al cabo. Los presidentes autonómicos dejaron, siquiera por un día, de ser una “banda” para retratar  su aparente unidad y lanzar un mensaje a Europa. Bienvenido el gesto que de haber llegado antes hubiera evitado, seguramente, más de un quebradero de cabeza y sobresalto en los mercados. La tan pomposa como otras veces inútil Conferencia de presidentes autonómicos ha servido, esta vez, de algo. 

 

 

Que todos sin excepción asuman la realidad de no poder gastar más de lo que ingresan es un inequívoco paso adelante en la batalla por controlar el déficit.  No extraña que pocas horas después de la cita del Senado, la  todopoderosa responsable del Fondo Monetario Internacional elogiara por “muy, muy valientes” las reformas de Rajoy. La frase de Lagarde tiene, como casi todas, su cruz. Elogiar los ajustes del Gobierno es “bendecir”  e incitar a tomar más  medidas que asfixian y desesperan a los ciudadanos . Miedito da.

 

 

Y a todo esto, la delegada del Gobierno en Madrid abre un debate polémico, espinoso y seguramente necesario. Propone cambiar la ley de manifestaciones porque la actual le resulta muy permisiva. Piensa seguramente en los madrileños que han soportado, de media, ocho manifestaciones diarias en lo que va de año. Piensa también en los comerciantes hastiados de tanta algarada  y puede que piense también en el gasto extra del despliegue policial para controlar las movilizaciones. 

 

 

Cristina Cifuentes sabía que su propuesta levantaría ampollas. Lo que no esperaba es que el sindicato policial  más influyente  fuera tan contundente. Dice el SUP que la ley de manifestación no hay que tocarla porque es “sagrada”.  Da que pensar. 

Fuente: El Mundo