Me contaba el otro día un compañero una conversación entre sus hijos pequeños. La niña de 5 años miraba la erección matinal de su hermano de 3 años y le preguntaba asombrada: ¡Hala! ¿Cómo lo haces?. El crío muy serio le decía «No lo sé»…
Me parece un ejemplo muy gráfico de la curiosidad y la inocencia con la que los más pequeños empiezan a interesarse por su sexualidad. Mi hijo de 4 años me preguntó el otro día si todos los chicos tienen «semillitas» como las de su papá para fabricar niños. Caí en la trampa y le dije que sí, entonces atacó sin piedad: Y yo, mami, ¿dónde tengo el depósito de semillas?. Ya podéis imaginar que mi respuesta fue madura, ágil y explicativa. «Ni idea hijo, el depósito está escondido y aparecerá cuando seas más mayor». No soy la única que, a veces, no sabe responder.
La semana pasada leí en El Mundo los consejos de varios sexólogos:
-1. Tranquilizarse, ser natural y afectivo. Los niños notan si nos avergonzamos
-2. No forzar la «charla». Según Francisca Molero, directora del Instituto de Sexología de Barcelona y vicepresidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, «la sexualidad es inherente al ser humano y lo mismo que inculcamos una serie de valores morales, los padres han de eliminar los prejuicios al sexo y tratar el tema como otro asunto importante del ser humano».
-3. Mostrarnos accesibles para que puedan preguntar cuando les apetezca y no busquen toda la información en los amigos o en internet donde pueden encontrar respuestas peligrosas o erróneas. Esteban Cañamares, psicólogo clínico y sexólogo, miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid cuenta que «cuando son pequeños, sobre los tres o cuatro años, suelen hacer preguntas del tipo: «¿por qué yo tengo pene y mi amiguita no?»
-4. Llamar a las cosas por su nombre. Roberto Sanz, psicólogo y sexólogo, miembro de la Fundación Sexpol asegura que es importante no poner apodos absurdos a las partes del cuerpo. Si al brazo le llamamos brazo, al pene pene.
-5. Prepararse para la adolescencia. Ahí la «cosa» se complica, pero lo contaremos en otro post.
Una vez una niña de 8 años, me abrió la puerta, del baño.
Me lo escondí, pero ella insistía verlo.
Se lo enseñe digo que PARECÍA UN GUSANO. (Me lo escondí al segundo)
No me pareció algo malo, tomemoslo como una clase de anatomía.