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Ya me gustaría. Sí. Ver en España una imagen como la que se ha producido esta semana en Estados Unidos. Por encima de sus diferencias ideológicas y de sus rivalidades políticas, son capaces de hacer el esfuerzo. Coincidir y participar en un acto  homenaje a uno de ellos y quizá el más polémico de los cinco. La última vez que se les vio juntos fue en 2009 en la primera investidura de Obama.

Desde los años 30, cada presidente de Estados Unidos cuenta con una biblioteca-museo dedicada a él y a su mandato. Algo así como la muestra de su legado. Y ha llegado el turno de George W. Bush. En Texas, igual que su padre. Su inauguración fue un acto institucional, cargado de esa «solemnidad distendida» que los americanos saben dar a las ocasiones importantes. «Es un día especial para nuestra democracia» dijo Obama. No era para menos con los cinco presidentes de este inmenso país, vivos  y  juntos. Jimmy Carter, George Bush padre, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Con las cinco primeras damas. Faltaba Nancy Reagan que, a sus casi 92, se lo perdonó.

U.S. First Lady Michelle Obama poses with former first ladies as they attend the dedication ceremony for the George W. Bush Presidential Center in Dallas

Estaban también los hombres del núcleo duro de la presidencia de Bush hijo, su  familia, sus amigos. Y sus aliados internacionales, Blair, Aznar y Berlusconi. Lo que se dice un acto a la medida del homenajeado, con discursos de sus antecesores y de su sucesor que hablaron de lo bueno y de lo que les une y dejaron lo malo y las discrepancias para otro momento. «Es un buen hombre» dijo Obama, «me gustó el presidente Bush y me gustó cuando no estábamos de acuerdo» señaló Clinton con su habitual humor e ironía «siempre intenté actuar llevado por mis más profundas convicciones» se explicó George W. (De verdad que no me imagino algo así con Felipe González, Jose María Aznar, José Luis Zapatero y Mariano Rajoy).

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Se trataba de un momento para la celebración y con colorido (fijarse en los calcetines de Bush padre).  Se presentaba una nueva biblioteca presidencial que, entre otras cosas, alberga dos vigas quemadas de las Torres Gemelas, o la pistola que se le encontró a Saddam Hussein cuando dieron con él, 70 millones de páginas de documentos y 43 mil objetos. Una exposición permanente y unos archivos que se quedan en este edificio de la Universidad Metodista de Dallas, como el legado del presidente número 43 de Estados Unidos.

library bush

 

This image reviewed by the US military,

A unos miles de kilómetros, hay «otra biblioteca» que recuerda a Bush y no acapara titulares ni grandes fotos, como recogen algunos medios esta semana. Está en la prisión de Guantánamo y cumple 11 años. Como muchos de los 166 detenidos que siguen allí sin saber de qué se les acusa y parecen olvidados. Por parte del presidente que abrió este penal y por el que todavía no ha conseguido cerrarlo. Más de la mitad, -86 detenidos-, está a la espera de los permisos o los trámites oportunos para salir de Guantánamo. Pero nadie parece tener prisa en resolverlo. Dicen que porque no encuentran países a dónde trasladarlos o también, algunos más críticos, sostienen que hay temor a soltarlos por si después atentan y se culpa a la administración de haberles dejado libres.

En un blog cómico de «The New Yorker» se ironiza sobre el olvido en el que ha caído esta otra obra de Bush. «Nuestra biblioteca tiene más que ofrecer que la que han inaugurado en Dallas. Aquella está cerrada algunos días, según he podido ver en su web. Guantánamo estará abierto siempre» dice un inventado responsable de la biblioteca al que el autor llama Harland Dorrinson.

Es parte del legado más sombrío de Bush. Como la guerra de Irak que nadie mencionó en la inauguración de su biblioteca. La historia le juzgará, ha dicho el mismo Bush en una entrevista en CNN , «y no estaré porque me habré muerto ya». Creo que la historia, de algún modo, ya ha empezado ese juicio.