Probablemente Lesley marque este viernes 2 de mayo en su calendario profesional. Y se lo haya agradecido a otro colega, de otro medio de la competencia, que quiso darle voz con una entrevista. La historia me ha seducido. Llevo tiempo sin aparecer por este blog. Cosas de la vida que a veces se acelera demasiado, pero la experiencia de Lesley Clark merece la pena, tiene su interés…y su frustración también.
Lleva tres años cubriendo la agenda del presidente Obama. Es corresponsal en la Casa Blanca para una cadena de 30 periódicos estadounidenses, el grupo McClatchy, que entre todos llegan a millones de lectores. Lesley, como sus colegas, tiene un sitio asignado, siempre el mismo, en la sala de prensa. En el medio de la tercera fila, que lleva el nombre del grupo para el que trabaja. No está mal, si contamos que hay en total siete filas y se asignan por orden de importancia de los periodistas y medios, a criterio de los propios corresponsales. Hoy, el presidente le ha dado el turno para que le hiciera una pregunta en la rueda de prensa con la canciller Merkel. La segunda vez, en sus tres años de experiencia, que ha podido preguntar directamente a Obama.
Y no es pura casualidad, me da que no. Lesley Clark ha sido la PRIMERA a la que Obama ha dado la vez. Ha pasado justo al día siguiente de que su historia apareciera en portada del «The Washington Post». En el reportaje, expresa la frustración que siente muchas veces -y no es la única de sus colegas- por la cantidad de horas que dedica a este trabajo y la contada y medida información a la que puede tener acceso. La Casa Blanca tiene sus favoritos -las grandes cadenas de televisión, determinada prensa regional influyente y «The Washington Post», «The New York Times» y «The Wall Street Journal»-. Son básicamente los que se reparten la tarta de las preguntas o a los que se les da siempre la vez. En esa espiral, Lesley cuenta cómo muchas veces, después de una rueda de prensa en la Casa Blanca, se ha encontrado con los titulares en los medios privilegiados sobre una información que ella no tenía. Como si hubieran estado en otro sitio o escuchando a otra persona.…y así es. El equipo de presidencia elige a quién le da y qué, como ocurre en muchas partes. Las puertas de la información importante están abiertas a unos pocos. A los que más influyen. Son los afortunados con acceso a exclusivas y filtraciones. Al resto, les deja como a la protagonista de esta historia. Sus amigos, su familia, piensan que se codea con Obama o sus asesores día sí y día también. Y no. Los interlocutores suelen ser los ayudantes de prensa.
Estas lógicas y asumidas preferencias hacia sólo algunos han levantado las protestas de la Asociación de corresponsales de la Casa Blanca y algo ha mejorado la cosa, pero poco. Si antes el secretario de Prensa, Jay Carney, pasaba el 90% de sus ruedas de prensa contestando a las preguntas de las dos primeras filas-según Lesley-, ahora, les dedica «sólo» el 70%. Carney se ha defendido diciendo que son los periodistas de esos asientos los que más preguntan hacen y no hay tiempo para todos. Difícil juzgar cuando se ocupa un cargo así, pero podría repartir mejor el juego para que las oportunidades lleguen a más.
Otra historia debe ser dar la cara por la presidencia de la primera potencia mundial, hacer equilibrios y tragarse todos los sapos, los de dentro y los de fuera. Se aprende mucho seguro, pero no tiene que ser fácil. Desde luego, como dice Lesley Clark, qué distinta es la imagen que se da en la tele, en las series o en las películas sobre la vida de un corresponsal en la Casa Blanca. Al menos, desde la perspectiva de quien no ocupa las primeras filas, aunque sí viaja en el Air Force One con el resto de sus colegas y cubre cada uno de los pasos de Obama. A pesar de eso, el presidente- cree Lesley- probablemente no sabe ni cómo se llama ella (creo que ya sí) y ella tampoco podría decir que lo conoce de verdad. Como tituló «The Washington Post»: tan cerca y tan lejos a la vez.
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