Hay días grises. Grises tirando a negros. Son los que te ponen difícil creer en tu país. Por ejemplo, el 25-S. Agota defender obviedades democráticas y provoca pereza escuchar el argumento de quienes se ponen del lado de un grupo de manifestantes convocados para ¡asaltar el congreso, obligar a la dimisión de un Gobierno elegido en las urnas y cambiar el régimen político! La sensación de vivir en medio de una especie de locura no se produce al escuchar a un tipo puesto en libertad con cargos al grito de ¡volveremos! mientras un puñado de colegas le aplaude  a rabiar. No, ese personaje sólo inspira lástima. Lo que provoca desazón es la reacción de la clase política más mediocre de nuestra historia cuestionando la labor policial. Dice Cayo Lara , muy pomposo el hombre, que Izquierda Unida va a investigar ¡la infiltración de policías en la manifestación del 25-S»! . Y se queda tan ancho. No, no se refiere a investigar si los policías infiltrados incitaron a la revuelta que eso sí sería entendible y reprochable. Lo que amenaza con investigar el líder de IU es el trabajo elemental de cualquier policía del mundo: proteger el orden y las instituciones.

Pero hay más. El hombre que estuvo durante años al frente del ministerio del Interior, – el mismo investigado por ordenar a sus agentes el «chivatazo» para evitar la detención de unos etarras-, se permite el lujo de cuestionar la labor policial. Ver para creer. Alfredo Pérez  Rubalcaba dando lecciones de «savoir faire» a la misma Policía a la que jaleó como ministro cuando se le iban las manos en manifestaciones de antaño no convocadas precisamente para asaltar el Parlamento.

El último ejemplo de mediocridad lo encontramos en las calles de Nueva York. La escena del paseo por Manhattan de Mariano Rajoy puro en mano , una anécdota en una situación de normalidad, se convierte en un acto indigno y soberbio cuando se produce mientras arden las calles de tu país y una de tus Comunidades mantiene el desafío independentista. Es tal el grado de irresponsabilidad de nuestra clase política  que así se entiende el desprecio de la prensa internacional a lo que queda de España.

El reportaje fotográfico del «prestigioso» The New York Times» duele por injusto y por humillante. Se publicó el mismo día que Mariano Rajoy intentaba convencer al consejo editorial del diario de la fortaleza y credibilidad de España.

Claro, que bien pensado, el NYT Times podría haberse ahorrado el coste de las fotos de un ciudadano español buscado alimentos en un contendero de basura. Hubiera bastado un paseo por las cercanías  de la Casa Blanca o por alguno de los maravillosos barrios de Nueva York para encontrar la misma pobreza. Lecciones, las justas.

 

AL RESCATE.

Esa indigna foto, el intento de asalto al Congreso y el órdago independentista de un político irresponsable, otro más, provocaron el enésimo acoso de los mercados a España y volvieron a colocar la prima de riesgo más allá de los límites donde el rescate se hace necesario. Los últimos movimientos del Gobierno no son para evitar la petición de ayuda. Sólo buscan retrasarla para evitar el coste que supondrían más ajustes en los resultados de las elecciones  en el País Vasco, Galicia y Catalunya. El PP no tiene opciones en Euskadi, se la juega en la tierra de Rajoy y busca su sitio en los lares del iluminado Mas que ya no disimula ni delante del Rey.

Pero no son los populares quienes tienen el mayor problema de identidad en Catalunya. Raya el suicido político la actitud de los socialistas catalanes y su abstención en la propuesta de referéndum independentista fuera de la Ley. Incluso uno de sus diputados la apoyó. Anda el PSC buscando su identidad más allá de su sitio y los primeros pasos anuncian que va perdido, perdido. Todo tan gris. Todo tan negro.