¿Es posible preparar un maratón solo en el gimnasio? Mi respuesta para sorpresa y hasta indignación de una gran mayoría de runners incrédulos es afirmativa.
Los puristas del club de las “zapatillas quemadas” lo consideran casi un sacrilegio sin reparar en las ventajas que supone afrontar el reto de Filípides en la cinta. Acumular kilómetros fuera del asfalto y la tierra minimiza los daños del impacto en las articulaciones, puede prevenir lesiones musculares y hasta evitar con mayor facilidad los posibles esguinces al tratarse de un firme mucho más estable siempre y cuando no se hagan locuras. La cinta permite mantener con mayor facilidad la velocidad prevista, enseña a gobernar mejor el ritmo de competición en los 42,195 km y los cambios en las series y da la opción de aumentar ligeramente la pendiente para compensar la ausencia de viento. Por si fuera poco, los corredores obsesionados por la pérdida de peso controlan al momento el número de calorías quemadas convertidas después en pura bendición para justifican las cervezas del “tercer tiempo” maratoniano.
Es verdad que se puede preparar una gran competición en cinta del mismo modo que no se deben obviar las desventajas de un esquema de entrenamiento que aporta menos diversión que la calle o el monte. La cinta, es innegable, es más aburrida y requiere de una gran fortaleza mental para evitar el abandono prematuro y la sensación de hastío sin ver un solo árbol, ni respirar aire fresco. Sus zancadas son menos dañinas pero más rutinarias.
Más estables pero menos exigentes. Hay quien prepara un maratón en el gimnasio por convicción y convencido de sus ventaja y quien lo hace solo por la verdadera necesidad de poder conciliar entrenamientos, vida familiar y trabajo. Lo ideal sería compaginar la benevolencia de la cinta con la exigencia de la tierra, -siempre monte antes que asfalto-, para poder completar una preparación con garantía de éxito el día de la competición.
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