Está descosido por su izquierda y por su derecha. La ovación final, la foto de alguna que otra forzada sonrisa y el aluvión de mensajes monolíticos no pueden disimular la realidad de un Partido que se desangra interiormente en un momento de teórica placidez provocada por la mayor acumulación de poder que se recuerda en Democracia. El PP se fractura víctima de una retahíla de errores de bulto que ha provocado una rebelión a bordo que acabará en naufragio electoral por mucho que se empeñen en negarlo sus palmeros mediáticos. La ausencia de José María Aznar en la Convención de Valladolid, feudo político y cuna de sus sueños presidenciales, es algo más que un desplante revanchista por el plantón de dirigentes del PP en la presentación de su libro de memorias. El gesto de Aznar simboliza el abismo ideológico que separa a los actuales dirigentes del PP con el “aznarismo” que llegó al poder después de aglutinar a todo el centro-derecha español. Aznar no es uno más. Es presidente de honor de todos y líder de la parte del Partido que no entiende la política antiterrorista del Gobierno y que no comprende la pasividad e inacción de Rajoy ante el desafío catalán. Aznar, –víctima del terrorismo-, no digiere que su Partido dé la espalda a los dirigentes que sufrieron, de verdad, los años de plomo de los pistoleros etarras.
La escena del cementerio de Polloe ,- la monumental bronca entre la hermana de Gregorio Ordoñez y la actual dirigente de los populares vascos-, tiene difícil encaje mental y emocional en el ideario de quieres hicieron del acoso a los etarras su filosofía de poder. La humillación a Consuelo Ordoñez al no permitirle hablar en un homenaje a su hermano y el desamparo de las víctimas están detrás de los desplantes de José María Aznar, Jaime Mayor Oreja y María San Gil. El problema para el PP de Rajoy es que estos “ilustres” del Partido no están solos. Detrás hay una parte muy importante de la militancia del PP y un amplio grupo de históricos votantes que pueden dar la espalda al Partido porque, ahora sí, hay otras opciones. El desplante de Aznar se suma a la espantada de Alejo Vidal-Quadras y a la apuesta de otro de los símbolos del PP, José Antonio Ortega Lara, embarcado en liderar el nuevo proyecto político de Vox. Pero si el PP se rompe por su derecha no anda mucho más fino por su izquierda.
La retrograda ley del aborto que prepara el ministro Gallardón devuelve al Partido y por desgracia al país a décadas de oscuridad e indigna al ala menos derechista,- y no son pocos-, del Partido. Es muy curiosa la vehemencia de quienes defienden el derecho a la vida con la misma intensidad con la que justifican la pena de muerte. El monumental lío provocado por la insensatez y soberbia del ministro de Justicia será otro lastre en los comicios europeos del mes de mayo que pueden suponer el principio del fin de un proyecto político que nació, avalado por la mayoría absoluta, con vocación de eterna continuidad. Nació eterno y perecerá efímero.
Bastaba dar una vuelta por una de las ciudades granero del PP para comprobar el abismo que separa a sus dirigentes del pulso de la calle. De poco servirá la escalada verbal del presidente Rajoy con el “por qué no te callas” en versión marianista si no viene acompañado de un giro en sus políticas. Y si no lo sabe, el giro a la derecha, no sirve.
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