El hombre demasiado tranquilo enfila la última parte de su singladura en el poder. Cruza el ecuador de la Legislatura con algunas luces y demasiadas sombras después de dos años de duros ajustes, algún titubeo y demasiada inacción en asuntos de gran calado político. Curiosamente la tranquilidad de Mariano Rajoy le da lo mejor y lo peor de su perfil de gobernante. La tranquilidad resulta mala consejera si sirve, por ejemplo, para esquivar el caso Bárcenas y se torna en activo cuando contribuye a desesperar a quienes pensaron que su órdago independentista iba a sacar de sus casillas al Gobierno del PP. Dos años después de ganar en las urnas el derecho a gobernar con mayoría absoluta, el hombre demasiado tranquilo sueña con dejar un país mejor del que heredó. Objetivamente el único mérito de Rajoy en la primera parte de la Legislatura ha sido evitar el rescate que hubiera abocado a España a una intervención de imprevisibles consecuencias. Resistió gracias a la misma tranquilidad que lastra otras decisiones políticamente necesarias. Entre otras, poner orden en feudos populares que pueden caer como fruta madura si no hay decisiones urgentes. El PP y su soledad se encaminan a la irreparable pérdida del poder en Madrid y la Comunidad Valenciana. Ni Fabra, ni González, ni Botella, ni siquiera Barberá están hoy en disposición de garantizar la mayoría absoluta en unos lugares donde la aritmética parlamentaria no permite otra fórmula. El PP está completamente solo y es impensable mantener gobiernos con candidatos de perfil grisáceo que no dan más de sí.
En el caso del Ayuntamiento de Madrid urge un sustituto o sustituta de Ana Botella si el PP quiere mantener su bastión. Suena con fuerza el nombre de la delegada del Gobierno en la Comunidad, Cristina Cifuentes, aunque ni siquiera ella pueda garantizar el triunfo rotundo. A estas alturas, sólo la apuesta por Esperanza Aguirre o Soraya Sáenz de Santamaría podrían evitar el desastre. Y esa decisión sólo la puede tomar el hombre demasiado tranquilo que emula a Felipe González y su vieja ensoñación de crear 800.000 puestos de trabajo. Dice Rajoy que no piensa subir el IVA y que intentará bajar los impuestos. El problema de una letra y música que suenan bien es que salen de alguien que faltó a la verdad para llegar al poder y que volvió a mentir para mantenerse. Faltó a la verdad cuando prometió bajar los impuestos y volvió a fallar al negar la clamorosa contabilidad “B” del PP desvelada y constatada por el juez Ruz. Ni siquiera es creíble Mariano Rajoy cuando asegura que , si puede, no cambiará el Gobierno durante la Legislatura. Bien sabe el presidente que tendrá que hacerlo y no sólo para salvar a sus ministros achicharrados. Lo hará porque en meses llegan unas elecciones europeas que castigaran con mucha crudeza al PP.
LA DECISIÓN DE SUSANA
Elegir como cartel electoral a un candidato de prestigio de los pocos que quedan en este Gobierno es una de las pocas bazas de Rajoy para evitar un desastre más que anunciado que también intentan esquivar a la desesperada los socialistas. El PSOE ha comenzado su singladura a no se sabe dónde en un congreso que ha renegado de Rubalcaba y que ha aupado a Susana Díaz como mujer fuerte del socialismo andaluz y cómo referente de la dirección Federal. Ella no será el gran cartel electoral del socialismo español pero tendrá mucho que decir porque el PSOE está hoy en manos y a la espera de la decisión de Susana.
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