El “dedazo” de Aznar fue malo pero pudo ser mucho peor. El hombre que gobernaba con modales de caudillo de nuevo cuño se atribuyó la decisión de elegir al sucesor que debía gestionar su herencia. Optó por Mariano Rajoy convencido de que aunaba, a partes iguales, experiencia política, “tragaderas” y capacidad de sometimiento al entonces líder incuestionable del PP. Aznar apostó por Rajoy porque sospechaba que iba a tener más ascendencia sobre el eventual delfín cuando en el país era un clamor que el hombre que debía gestionar el “post-aznarismo” era Rodrigo Rato. Lo era por preparación, trayectoria y talento político. Rato se había bregado como portavoz parlamentario del PP, fue el azote en los estertores del “felipismo”, ministro plenipotenciario de Economía y Hacienda y vicepresidente de un Gobierno entonces cautivo de su ensoñación por situar a España como pegote en el selecto grupo de países del G-7. Fue el único que cuestionó el papel de España en la Guerra de Irak y el primero en pisar el chapapote del “Prestige” cuando Aznar no se enteraba, Cascos se emborrachaba de soberbia y Rajoy seguía a por uvas. Rato rozó ser el heredero y candidato del PP, se quedó en las puertas de algo que pudo ser y no fue y enfiló el camino al infierno con parada previa en la abundancia.
Dejó España para situarse al frente del Fondo Monetario Internacional mientras agigantaba su figura, proyección y prestigio. De vuelta , fue llamado a pilotar el tránsito de Caja Madrid a Bankia. Todavía entonces había bofetadas por hacerse una foto con Don Rodrigo y eran muchos quienes pensaban que otro gayo cantaría en España si el PP estuviera en manos de Rato y no de Rajoy. Y de repente, el pozo negro, el vacío y la soledad. La salida a Bolsa de Bankia fue un fiasco con sabor a delito de quienes saquearon la entidad con una tarjetas opacas que avergüenzan al más pintado.
La estrella de Rato se apagaba y crecían las sospechas sobre un personaje llamado a convertirse en otro gigantesco árbol caído. Su detención ,- ejecutada por funcionarios que estuvieron a sus órdenes cuando ocupaba el despacho de Ministro de Hacienda-, es otra metáfora más de esta España que prepara las urnas y afila los votos para la tercera transición. Anda el PP en un momento de tanto desasosiego y tanta mediocridad intelectual que no sabe muy bien si tratar a Rato como apestado, delincuente o como a ese amigo, ese buen chico, que no es tan malo como quieren pintarlo los demás. Lo peor de todo es que haya alguien presto a asegurar que el “dedazo” de Aznar no fue tan malo pues pudo ser mucho peor.
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