Ya tardan los críticos del PSC de Girona en dejar el Partido. Su queja contra la hoja de ruta de la actual dirección de los socialistas catalanes es tan legítima como obligada resulta su salida. Nadal y compañía parecen no entender el inequívoco mantra “rubalcabiano” repetido hasta la saciedad. “Somos socialistas, no nacionalistas”. El ruidoso aquelarre de los disidentes tendría sentido y justificación si rozaran la mayoría entre la militancia catalana. Para su desgracia, son una flagrante minoría que apenas alcanzó el 13,5 % de apoyo en la votación que abrumadoramente respaldó las tesis anti independentistas del líder del partido Pere Navarro. Nadal y compañía deberían preocuparse por su futuro político pero no por el de sus ideas que tienen cabida en otros muchos espacios.
Hay riesgo de que les den un sonoro portazo pero pueden cruzar el rubicón y pedir la entrada en la Convergencia del “iluminado” Mas. Si lo prefieren, dejar acunarse por los independentistas de Esquerra o por los ecocomunistas de Iniciativa per Catalunya. O si van más lejos, irse con los radicales antisistema de la CUP. Y en última instancia renunciar a sus cargos y fundar su propio partido político. Quizás sería lo más sensato y sobre todo, señor Nadal, lo más honesto en una sociedad catalana cada vez más alejada del sentido común y enfangada en una fractura social que comienza a pasar factura en forma de agresiones. Ojalá el puñetazo a Pere Navarro se quede sólo en un caso aislado.
ESPERPENTO, SILVA
Un juez puede ser inteligente y a la vez torpe. Preparado y al mismo tiempo mediocre. El patético esperpento que protagoniza Elpidio José Silva durante el juicio por prevaricación al enviar dos veces a la cárcel al expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, genera mucho más que inquietud. Asusta comprobar cómo la Justicia puede quedar en manos de personajes de la catadura moral de un juez rehén de su propio ego que busca publicitar su nada incipiente carrera política con salidas de tono, estrategias infantiles y un vodevil impropio de alguien a quien se le presume cierto grado de sensatez, sentido común y equilibrio mental. El show de Elpidio no pasaría de eso, un mediocre ejercicio de payasos circenses, si no dejara el amargo regusto que supone recordar que el señor en cuestión fue garante de nuestro sistema judicial durante años.
muy interesante, ¿en manos de quien estamos?