under the net

La de todos. O de la mayoría. Da igual donde estés o de dónde seas. Nos vigilan. Saben mucho de cada uno de nosotros. Puede que si vives en Estados Unidos hasta hayas sido objeto del rastreo de la Agencia Nacional de Seguridad. Pero no me refiero ahora a los espías que trabajan para el Gobierno de Estados Unidos. Hablo de la falta de privacidad que sufrimos en general, desde el momento en el que conectamos nuestro ordenador.

El escándalo del ciberespionaje en este inmenso país sigue dando mucho de qué hablar, reflexionar y escribir. Y desde luego no es para menos. Que seamos tan vulnerables asusta. Que ni siquiera podamos guardar para nosotros a quién llamamos o escribimos, hace sentirse como si viviéramos una vida que no nos pertenece del todo. Nos vemos sospechosos de no se sabe qué. ¿Y nuestra libertad?.

espionaje

 

Asusta también que este espionaje esté en manos de «contractors», personas que trabajan para empresas privadas a su vez contratadas por el Gobierno. Un día están aquí y al siguiente allá. Y han tenido acceso a una información altamente delicada. Asusta que una de esas empresas, Booz Allen Hamilton, se esté haciendo literalmente de oro con estas labores. Intereses creados y beneficios repartidos. Trasvase de fichajes de lo público a lo privado y al revés. Mercadeo puro. La lucha contra el terrorismo es negocio también. Ingredientes de una realidad que daría para más de una serie «made in DC».

Y en el medio, el ciudadano ajeno a todo este manejo hasta que alguien decide contar la verdad. Pero no es nuevo esto de sentirse objeto del interés de desconocidos. Vivimos en un mundo hiper conectado y a la vez aislado. A través de internet, de las redes sociales, de los buscadores, tenemos acceso a todo. No hay límite. Como tampoco lo hay para que nuestros datos, búsquedas, aficiones y contactos naveguen por la red  como peces en el agua y caigan en manos de agencias de viajes, marcas varias o de cualquier empresa interesada en vendernos algo. A veces es agobiante.

prisma

Vivimos literalmente expuestos a los demás. Fichados. Con nuestros datos y nuestras tarjetas de créditos, nuestros gustos y nuestras consultas. Google lo sabe casi todo de nosotros, o Yahoo o Facebook…y eso no parece inquietarnos tanto, excepto cuando nos revelan que también han pasado información a los espías. Entonces, sí, saltan las alarmas pero quizá  tendrían que haberlo hecho antes.

Mundo global y conectado. No hay fronteras. Mundo aislado a al vez. Tan distinto en tan relativamente poco tiempo. Nos sentamos enfrente de una pantalla, o consultamos nuestros teléfonos inteligentes y casi nos olvidamos de quien tenemos al lado. Parece fascinarnos más el mundo al otro lado de la pantalla que el nuestro propio. Quizá sea parte de la terapia que cada uno necesite.

Cuando era pequeña se criticaba que delante de la televisión, una familia no se comunicaba. Aquello de que la «tele reúne pero no une»…Ahora me parece casi peor. Cada uno con su «gadget» y a lo suyo. Ante  la tele, al menos, se comparte un mismo programa o película y hasta genera conversación.

¿Y sí volvemos a las cartas con sobre y sello de toda la vida? Quizá nos ayuden a recuperar parte de la privacidad que hemos perdido, nos espíen o no.